jueves, 27 de noviembre de 2014

Historia de georgiana: capitulo 2

Capitulo II: Georgiana
Me llamo Georgiana Marie Leakey.
¿Os suena mi nombre? Os dejo un momento para pensar.
¿No? ¿Nada? Está bien, os doy una pista: tengo un nombre famoso.
Pero no soy famosa por  haber un concurso de conocimientos o un reality show, ni nada por el estilo. De hecho, es mi nombre el que es famoso, no yo.
¿Ni siquiera eso os da una pista? Está bien, no lo demoro ni un momento más. Para aquellos no familiarizados con la historia (o mejor dicho, con la prehistoria) comparto nombre con Mary Leakey, la arqueóloga británica que descubrió el primer cráneo del Australopithecus Boisei[1] y las huellas de Laetoli[2].
De acuerdo, quizás os he sobrevalorado en cuanto a conocimientos y si es así, me disculpo. También podéis decirme si os habéis picado por haberos llamado incultos que yo me llamo Marie y no Mary como la susodicha, pero… aunque un nombre es francés y el otro inglés, mi familia y muy especialmente mi abuela materna (ya que me lo pusieron por ella) se empeñan en pronunciarlo de la misma manera, de ahí que no existan diferencias entre uno y otro para mí.
Pero… ¿por dónde iba?
Me llamo Georgiana Marie Leakey, tengo veintiocho años y… soy historiadora.
¿Lo dudabais con ese nombre? Pues mi familia sí.
Pero no soy historiadora de trabajar en excavaciones arqueológicas del tipo Indiana Jones y Lara Croft; no. Soy más de interiores, del trabajo posterior.
De hecho,  podría decirse que ese es mi trabajo definitorio porque trabajo en un museo catalogando, limpiando, estableciendo cronologías y restaurando artefactos. Ahora entendéis mejor lo del consolador ¿eh? Al mismo tiempo, preparo una tesis doctoral pero ya diré sobre qué más adelante.
Y una última característica definitoria de mi persona es que … Me declaro orgullosa y sin ningún tipo de vergüenza por ello, una romántica empedernida.
Curiosa manera la de demostrar tu romanticismo si te dedicas a coleccionar corazones humanos embalsamados podríais pensar.
Pero no, eso no tiene que ver con el romanticismo, es por trabajo. Pero mi trabajo tampoco es ir pidiendo y coleccionando corazones humanos embalsamados ni otras partes  de cuerpos humanos como si fuera la nueva doctora Frankenstein.
Y mi romanticismo es como el de cualquier persona normal y corriente, nada de excentricidades ni cosas por el estilo. Hablo de romanticismo por una vasta y extensa colección de películas y libros románticos.
Si se estrena una película romántica, película que voy a ver. Y si se estrena en un país extranjero al cual no tengo posibilidad de visita para verla e directo… primero la descargo de Internet (lo sé, soy una pirata de las descargas aunque no debo hacerlo) y después, si me ha gustado mucho (hecho que sucede en numerosas ocasiones) acabo comprándola en Internet y ésta pasa a engrosar las estanterías de DVD’s románticos que habitan y pueblan todo mi piso.
Las tengo de todo tipo: adolescentes, románticas, dramas románticos, dramas históricos románticos, grandes tragedias shakesperianas, modernas, antiguas, blanco y negro, color… e incluso tengo algunas películas que no deberían estar ahí camufladas. Basta tan solo con el hecho de que haya un romance secundario en el argumento para que me decida a incluirla.
Y lo mismo sucede con los libros.
Hay quienes gastan pequeñas fortunas en ropa, calzado y/o complementos. Afición que les lleva incluso a desembolsar pequeñas fortunas y a adatar habitaciones de sus viviendas para acogerlos a todos. Y después estoy yo, que hago lo mismo pero… con los libros.
No sé si algún ejecutivo o trabajador de IKEA leerá estas páginas algún día pero… desde aquí quiero agradecer públicamente la invención, creación y diseño de unas estanterías facilísimas de montar y de modificar para agregar más baldas. Sin vosotros, chicos, la habitación favorita de mi piso; el despacho, jamás hubiera podido ver la luz.
Tengo libros románticos de toda índole también: desde la más remota Antigüedad hasta la más rabiosa actualidad, pasando por cada uno de los subgéneros; desde los viajes en el tiempo, a las novelas medievales, vikingos, modernas, de la Regencia, contemporáneas, de vaqueros, indios, sobrenaturales, poesía … todas, las tengo todas. Y al igual que sucede con las películas, puedo saberme diálogos de una novela de memoria y reconocerla solo con saber unas líneas. Diría aquí los nombres de algunos de mis autores favoritos pero… como no los conozco personalmente y no voy a recibir ningún beneficio económico en su nombre o el de las editoriales que los publican por esta publicidad gratuita, me reservo nombrarlos aquí. NO SPAM.
 Como no podía ser de otro modo dado mis gustos en el entretenimiento, adoro todos y cada uno de los grandes y pequeños gestos y declaraciones públicas de amor, entre personas y animales. Todas me enternecen de la misma manera, aunque me tocan la fibra sensible (que debe ser óptica porque a la mínima empiezo a llorar) más que ninguna otra aquellas de las que yo soy espectadora directa.
Por qué podréis preguntaros. ¿Es que no te cansas nunca de tanto romanticismo? Querréis saber. Incluso podréis pensar que mi novio es un blandengue y un ñoño pero… es aquí donde estáis completamente equivocado porque,  aunque parezca inverosímil y paradójico, ninguna de mis parejas amorosas se ha caracterizado por ser el adalid y el paladín del romanticismo en el mundo actual, aunque para eso ya estaba yo, que valgo por dos o por tres.
Pero volvamos al tema de mi trabajo, el cual me parece mucho más interesante y menos doloroso psicológicamente hablando en mi caso. Este, el trabajo que ocupa todo mi tiempo laboral y buena parte del libre es mucho más específico y temporal, de corazón.
¿A qué se debe mi excitación sobre este corazón en particular?
A su dueño.
¿Por qué? Porque el dueño de ese corazón no es ni más ni menos que… Ricardo Corazón de León[3].
No es una broma.
Hablo de Ricardo Corazón de León, el de verdad, el único e irrepetible en su fama. Sí, el mismo rey inglés de Robin Hood y cuyo hermano era Juan sin Tierra[4]. Ese rey.
¿Que por qué lo he pedido? Paciencia.
Aquí está lo referente a mi trabajo: organizo una exposición temporal en el museo que versará sobre el Amor a lo largo de la historia en todo tipo de manifestaciones y artilugios.
Salvando el hecho de que incluya la palabra corazón en su nombre no le veis mucho sentido y relación con el tema de la exposición  ¿verdad?.
Tenéis toda la razón del mundo. Es que al principio el tema de la exposición iba a ser sobre grandes personajes de la historia pero,  desde que mi jefa, quien también es la directora general del museo se casó hace un año y vive en una nube de algodón de azúcar rosa chicle, ha entontecido considerablemente.
La exposición sobre el amor no es más que otro de los frutos de uno de esos ataques de enamoramiento. Especialmente porque decidió cambiar el tema a última hora de un día para otro. (En otras palabras, yo tuve que joderme bien) No obstante, decidió que debíamos conserva a Ricardo y a su corazón. No por el renombre o la importancia histórica de dicho monarca sino porque el corazón era un símbolo internacional del amor.
-          ¡Qué bajo has caído Ricardo! – exclamé mientras asentía y lo miraba con lástima. - ¡Con lo que tú has sido! –  añadí, emulando a aquellos señores mayores de los pueblos que ponen este tipo de tono de voz melancólico antes de empezar a contarte sus batallitas y demás avatares vitales.
Aspiré, profundamente y… llamadme loca pero, juraría que pese a haber sido embalsamado hacía nueve siglos y pese al cristal de metacrilato que lo protegía, hubiera jurado que aún conservaba el olor de las plantas aromáticas utilizadas para su embalsamamiento.
Volví a aspirar, esta vez con el cristal pegado completamente a mis fosas nasales para intentar identificarlos. Creo que lo hice pues de repente, identifiqué olor a ¿margaritas? (“¿Es que las margaritas tenían algún significado funerario en la Edad Media? Si era así, ¡qué diferencia con su identificación como la flor de…. Actual!”), ¿mirto? (“¿En serio mirto? Pero ¡si era una planta de clarísimas referencias bíblicas! ¿Será verdad entonces que incluyó hierbas de clara identificación bíblica porque era antisemita?), había una tercera hierba que no sabía muy bien identificar pero que por descarte no podría ser otra que incienso y… Menta. (“¿Menta? ¿Para qué menta? Además de para dotarle un buen olor no se me ocurría otra cosa por la que utilizarla…”)
Maravillada de que tuviéramos algo en común; la menta, aunque bien es cierto que utilizada para ámbitos bien distintos, la menta aquí era en sentido funerario y para mí la menta era un símbolo de celebración, una recompensa si preferís llamarlo así.
Pero esto no era una celebración y por tanto, no podía comerme uno. ¿O sí?
Había luchado con uñas y dientes y me había convertido en la persona más pedante y pesada del mundo con tal de convencer al deán de la catedral de Ruán y al encargado de su conservación de que lo enviasen para convertirlo en el objeto estrella de la exposición.  Si eso no era un motivo para celebrar y comer chicle de menta, no sé qué podría ser.
“¡Joe! ¡Tanto hablar de menta que me ha entrado antojo de chicles de menta!” protesté. “¿Debería hacerlo?” me pregunté.
 Hombre, si se tomaba con alfileres este argumento… bien podría ser utilizado como tal.
 Me arriesgué y… acabé convenciéndome a mí misma.
Por eso, agarré el paquete de chicles de menta de celebraciones especiales que tenía localizado en el cajón inferior de mi escritorio y metí no uno, sino dos (¡Sí! ¡Así de atrevida me había vuelto!) y comencé a masticarlo, dejando que las partículas fuertes de sabor y, saboreándolo como si fuera e manjar más delicioso que había probado en mi vida.
Mientras masticaba pensé que era muy triste celebrarlo solo mascando chicle. Así que, continué pensando qué más cosas eran necesarias  para celebrar un evento como Dios manda.
¿Alcohol? Sí, pero no en horas de trabajo.
¡Música! ¡La música era la segunda cosa necesaria para celebrar algo como Dios manda!
Encendí el reproductor, me puse en pie, dispuesta a bailar, darlo todo y dedicarle un par de canciones a Ricardo y… esperé.
Desafortunadamente para mí, la primera canción que sonó fue La consagración de la Primavera de Tchaikovsky. Me paralicé.
Asumí, comprendí y me di cuenta de que realmente era La consagración de la Primavera y no cualquier otra canción de música clásica de las que poblaban mi reproductor MP3. Pero no, no tuve tanta suerte y efectivamente era Tchaikovsky quien sonaba.
No quería escucharlo ni un segundo más porque me traía pésimos recuerdos. No era por el compositor, a quien creía un genio y tampoco era por la música , que era potente, poderosa y excepcional. Era por el Ballet y la asociación y los pésimos recuerdos que éste me traía.
Paul” pensé con asco, conteniendo mis ganas de vomitar.
¿Qué quién es Paul? Mi exnovio.
El hombre perfecto, atento y considerado.  100% Material de pareja… si no fuera porque ya estaba casado cuando inició su relación conmigo. Dicho de otra manera, yo fui la otra durante los seis meses que duró nuestra relación.
No me miréis mal ni penséis mal de mí porque yo no inicié mi relación con Paul sabiendo que estaba casado. Ese fue un dato que, convenientemente se olvidó de mencionar…Ya sabéis le restaría todo atractivo.
Ese pequeño detalle que se le olvidó comentarme fue el que descubrí por mí misma. ¿Cómo? En una representación del ballet La Consagración de la Primavera de Tchaikovsky.
La publicidad aseguraba que era un espectáculo extraordinario.
No podría daros mi opinión al respecto ya que para mí el verdadero espectáculo grandioso era el que estaba ocurriendo un par de filas por delante de mí y que tenía como protagonistas a mi pareja y a otra mujer.
En un principio pensé que era la otra, pero al día siguiente me enteré por su propia boca que la otra era yo. Desde ese mismo momento, puse punto y final a nuestra relación.
Hace un año y un par de meses de ello y desde ese momento permanezco soltera y sin tener ningún tipo de confianza en los hombres.
No quería seguir pensando ni un segundo más en tan doloroso recuerdo y a su vez causa principal de mi desconfianza en el género masculino a la hora de tener pareja.
Toda la culpa era de la melodía.
La solución era bien sencilla: no iba a seguir escuchándolo ni un segundo más.
Salí corriendo, para cambiarla, tan rápido que acabé tropezándome con mis propios pies y…caí sin querer un enorme montón de folios de encima de mi escritorio.
Por suerte para mí, aunque puedo parecer una persona caótica y desorganizada, lo tengo todo perfectamente bajo control (sobre todo en lo que a organización documental se refiere) y, no sucedió ninguna tragedia porque todos esos papeles estaban perfectamente organizados en fundas de plástico. No tuve que pasarme tres horas recogiendo. (“¡Yai!” exclamé, pataleando.)
Recogí todos los plásticos y volví a colocarlos sobre mi mesa en el mismo lugar que estaban antes. Sin querer el montón, cambió la canción que iba a comenzar a sonar y saltó a la siguiente dentro del orden aleatorio de mi lista de reproducción y… recuperé mi posición inicial.
Iba a sonar la música, conmigo misma más dispuesta que nunca a comenzar a bailar cuando… ¡Bip, Bip!.
Un mensaje de texto al grupo de Whatsapp de las chicas; llamado Las Cuatro Jinetes del Apocalipsis (no me preguntéis, fue cosa de Evelyn)
Era de mi amiga Soteria:
SOS
Quedamos en The Buffet para comer en 30 min? Invito yo.
Suspiré.
“Voy a tener que salir fuera a comer al final” pensé.
No tenía pensado abandonar el despacho hoy porque pensaba dedicarle toda mi atención a Ricardo pero… solo había un motivo por el cual Soteria SOS en el grupo. Nos necesitaba y de manera urgente. ¿Para qué estaban las amigas si no?
Respondí afirmativamente.
De lo que no me había dado cuenta era que, el inicio de la canción había coincidido con el mensaje de Soteria y ésta, la cual sí que conocía e incluía la letra, tenía un  swing y un flow que, enseguida me hicieron balancearme y apoyar el peso de mi cuerpo mientras caminaba en ambas caderas. Más tarde, trasladé ese mismo peso a los hombros, de tal forma que para cuando llegó al estribillo, ya estaba desatada.
Por eso, agarré de nuevo a Príapo para darle un nuevo uso a su falo; el de micrófono y comencé a cantar
Liar, liar…
“Mira, una canción que le pega a Paul…” pensé.
Liar, liar
She is on fire!
She is waiting there
Around the corner
Just a little air
And she’ll jump on ya![5]
Y al decir el –ya del estribillo señalé al corazón de Ricardo.
Esta fue la manera (imposible de disimular con una acción cotidiana) en la que  me encontró así Dani, mi becaria.
-          ¡Vaya! – exclamó, cruzándose de brazos. – Alguien está de buen humor hoy… - añadió, con sorna.  – No – dijo pasado un momento, con la boca abierta. Se encaminó a grandes zancadas hacia la mesa de mi despacho y, a un palmo de la misma, se giró en mi dirección señalando al corazón de Ricardo y me preguntó: - ¿Ese es…? Asentí. - ¡Qué pasada! – exclamó.
-          ¡No se toca! – le regañé, golpeándole en la palma de la mano cuando sus deso estuvieron a punto de tocar el cristal de metacrilato.
-          ¿Cómo no? – ¡Soy licenciada en Historia del Arte y en Bellas Artes! – exclamó, indignada.
Y ahí estaba.
El carácter de Dani en todo su esplendor.
Debo decir que Daniela es una chica que encantadora que me cae genial y con la me divierto, compartiendo anécdotas históricas y de historia del arte. Además, tenemos una corta diferencia de edad y eso nos hace más afines. Eso por no hablar de que sé que, secretamente soy su modelo vital a seguir y que querría seguir una trayectoria profesional similar a la mía (yo empecé también como becaria en el museo).
Sin embargo, de vez en cuando, saca su lado prepotente y altanero, creyéndose más experta que nadie (especialmente conmigo, ya que yo “solo” he estudiado un máster de dos años mientras ella tiene Bellas Artes) y entonces no hay quien la soporte.
-          No puedo creer que hayas abierto el cofre sin mí – me echó en cara, incrédula y con algo de odio en sus ojos.
-          Si hubieras llegado puntual de tu media hora y no cuarenta y cinco minutos para comer y hubieras encontrado en tu puesto de trabajo, lo habrías abierto conmigo -  le respondí, con voz suave pero firme.
Supe que la había dejado sin argumentos. Y por más que buscara y pensara una buena réplica, no la iba a encontrar.
-          Bien… - suspiré, dije mientras guardaba el corazón en el cofre donde había sido transportado. - Ya que finalmente estás aquí  me voy – anuncié.
-          ¿Te vas? – preguntó, nuevamente boquiabierta. - ¿Cómo que te vas? – añadió. – Pero  ¿no comías hoy aquí? – quiso saber.
-          Cambio de planes – respondí de manera críptica.
Cogí el bolso e ignorando sus palabras y súplicas salí de mi despacho en dirección a los ascensores. Unos ascensores que me llevarían a la planta sótano del museo, situada seis plantas por debajo de la segunda planta donde estaba situado mi despacho.
Sótano donde estaban situadas las cajas de máximas seguridad y las cámaras acorazadas. Precisamente, a una de estas últimas me dirigí para guardarlo allí abajo y no volver a verlo hasta el día de la inauguración.
Sentí una repentina tristeza y un fuerte apego por un objeto que llevaba tan poco tiempo conmigo. Realmente, fue muy duro para mí deshacerse de él.
Pero lo hice. De raíz, que era el método menos doloroso.
Cuando salí del interior de la cámara acorazada a la que solo tendríamos acceso la directora y yo mediante la clave de la seguridad que solo nosotras sabíamos, Dani seguía ahí esperándome. Furiosa cual Inquisidor general.
         ¡Te odio! – gruñó.
-          No me odias y lo sabes – le respondí.
-          ¡Eres mala y cruel conmigo! – exclamó entonces, cambiando de opinión.
-          Si tan a disgusto estás, puedes ser la becaria de la Momia, no voy a poner pegas a ese cambio – le sugerí, encogiéndome de hombros.
Dani ahogó un grito de horro ante esa posibilidad.
-          ¡Eres una zorra sin piedad! – exclamó, con el calentón. Y aunque debería haberme sentido ofendida, no sentí nada en absoluto.
O bueno, sí.
Sí que sentí algo unas enormes ganas de reírme.
Y eso fue precisamente lo que hice; para mayor aumento de su rabia.
Me miró, mordiéndose el labio para no soltar una palabrota personalizada y con los ojos echando chispas.
-          Eres una mujer sin corazón – me dijo, finalmente.
Y ahí sí que le respondí.
Era inevitable, con una réplica tan sencilla para dedicarle.
-          Claro que no tengo corazón, Daniela, acabo de deshacerme de él –
Y dicho esto, le guiñé un ojo y finalmente, salí al exterior.
Tenía una cita para comer y el tiempo se me estaba echando encima.



[1] Australopithecus Boisei: También conocido como Paranthropus Boisei o Zinjántropo Boisei fue un homínido extinto y temprano del África Oriental. Se le describe por su fisonomía como el más grande del género Paranthropus. Vivió en África en el Plesitoceno desde hace aproximadamente 2’3 millones de años hasta 1’2 millones de años.
El primer hallazgo de esta especie se produjo el 17 de julio de 1959 en la Garganta de Olduvai en Tanzania por Mary Leakey.
[2] Huellas de Laetoli: Laetoli es un yacimiento situado en la meseta Eyasi que se encuentra a 25 km de Olduvai. El hallazgo de estas huellas tuvo lugar entre 1976 y 1978 por Mary Leakey y el geólogo Richard Hay, que excavaron 27 metros de largo y es allí donde se hallaron las huellas de unos 18/21 cm y que podrán pertenecer a tres individuos diferentes con una altura estimada entre 1’15 cm y 1’56 cm. Las diferencias de altura vendrían dadas por el diferente género de los individuos y su edad: dos individuos y un niño.
[3] Ricardo Corazón de León: Ricardo I de Inglaterra. Tercer hijo  de Enrique II y Leonor de Aquitania. Fue rey de Inglaterra entre 1189 y 1199 y partió con la Tercera Cruzada hacia Tierra Santa. Conquistó la isla de Chipre. Fue capturado y solo regresó a Inglaterra de manos del emperador Leopoldo V tras haber pagado un elevado rescate en 1194. Falleció en 1199 al recibir una herida mortal de flecha,
[4] Juan sin Tierra: Juan I de Inglaterra. Hijo menor de Enrique II y Leonor de Aquitania. Rey de Inglaterra desde 1199 hasta 1216. Durante el viaje de Ricardo I a Tierra Santa, él permaneció en el poder gracias al permiso de su hermano. No obstante, una vez allí intentó hacerse con el poder permanente.
Su nombre le proviene de que no recibió ningún lote de tierra como herencia.
[5] Canción de Chris Cab feat Pharrell Liar liar.
Mentirosa, mentirosa… ella es muy apasionada. Ella está esperando allí, junto a la esquina. Solo un momento, y saltará sobre ti.

1 comentario:

  1. jajajajaja que bueno el capi me da a mi que me voy a reir mucho con la historia de georgiana tiene muy buenos puntos pero... MALOTA MALVADA MALEFICA MALEVOLA QUIERO MAAAS PON EL 3 PRONTO

    HE DICHO

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