domingo, 7 de julio de 2013

Capítulo 4 de toda la vida


CAPÍTULO IV
Christina Thousand Eyes

En el eco de mis muertes
Aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
El miedo con sombrero negro
Escondiendo ratas en mi sangre
O el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos
Sí. En el eco de mis muertes
Aún hay miedo
Alejandra Pizarnik (1936-1972)
“Lo que se siembra se cosecha” pensó un Christian Crawford con el pecho hinchado por el orgullo mientras caminaba dando cortos y pequeños pasos con las manos cruzadas justo por detrás de la espalda y observaba con toda sus atención hasta el más mínimo detalle de todo lo que ocurría en Hyde Park con una sonrisa de satisfacción y superioridad plantada en el rostro.
Él no madrugaba, eso era un hecho.
No madrugaba excepto en contadas y puntuales ocasiones.
Hoy era una de ellas.
De otra manera no se explicaba con racionalidad que estuviese levantado y paseando por Hyde Park justo antes de la hora del té.
De acuerdo que, precisamente en torno a las tres de la tarde no era una hora muy temprana. Es más, era bastante tarde y el día ya estaba bastante desarrollado.
No obstante, era una hora muy temprana si se tenía en cuenta la hora a la que se había acostado: la hora del desayuno.
En otras palabras, había trasnochado.
Pero no porque hubiera estado de farra y juerga divirtiéndose toda la noche, de est ya se ocupaba y encargaba su hermano mayor William; el duque de Silversword.
No.
Él había trasnochado por motivos muy diferentes.
Tan diferente y diametralmente opuesto como que la razón por la que no había dormido nada esa noche era el trabajo.
Y no es que tuviera un trabajo nocturno (al menos no el principal) porque era matemático. El “problema” había consistido en que la persona o musa que lo inspiraba en lo que a su segundo trabajo secreto se refería y que estaba relacionado con el uso de las letras para escribir y componer textos complejos y relatos de diversa envergadura trabajaba bien por las noches.
Horario bastante razonable por otra parte ya que era por las noches cuando más fresco tenía el contenido de sus escritos (más bien escrito, puesto que solo había escrito uno) dado que eran cuando acababan de suceder.
Pero ¿qué clase de escritos redactaba cuyo tema central sólo sucedía por las noches? Y otra pregunta más importante por resolver ¿a qué se dedicaba en su segundo trabajo secreto?
Era periodista.
En realidad no lo era. Más bien era cronista.
Cronista social para ser exactos.
Un trabajo al que no debería dedicarse en teoría; dado que pese a ser un hijo segundón, seguía siendo noble y como tal, no estaba bien visto que trabajara. Cuanto más, un noble cuyo ducado familiar era uno de los más ricos de Gran Bretaña (hecho que sucedía gracias a su intervención y labor a la hora de sanear las cuentas)
Si su padre hubiese estado vivo…
Afortunadamente para él (y no es que se alegrara del hecho; ni mucho menos) su padre no se encontraba en el mundo y ahora era William (por cinco minutos tan solo) el nuevo y soltero duque de Silversword.
Nuevo duque al que no le interesaba en absoluto a qué dedicaba su hermano pequeño su tiempo vital a lo largo del día. En realidad o le importaba nada más allá que sus juergas y reuniones junto a Prinny y su habitual círculo de amistades, así como sus habituales visitas a Boodle’s, White’s o cualquier otro club de caballeros antes de concluir la salida en al barrio de Fairfox, en Almack’s o en el salón de chicas de Miss Naughty.
Por otra parte ¿cómo alguien como él, con un trabajo (que desobedecía y rompía toda clase de protocolos, convenciones y normativas sociales) bastante bien remunerado que le permitía vivir no ya rodeado del lujo del que disfrutaba su hermano pero sí holgadamente había acabado por convertirse en cronista social?
Cronista social que, por otra parte era (o había sido hasta ese momento) un trabajo destinado a las mujeres (en la sombra eso sí)
Pura casualidad.
Y con mucha ayuda femenina además.
Concretamente de tres mujeres en particular: las mujeres de los miembros del tribunal que le concedió y otorgó (no sin muchos nervios y sufrimiento por su parte) el título de doctor en matemáticas.
Aún hoy recordaba vívidamente tan aciago día como si fuera ayer por la tarde (cuando en realidad había pasado ya un año) y se estremecía del susto.
En su opinión (totalmente objetiva pese a que el tema le tocaba muy cerca) el tribunal se había pasado tres pueblos con él y había ido demasiado lejos al sacarle punta y poner pegas incluso al asunto más nimio; lo cual era bastante injusto dada la gran cantidad de tiempo y esfuerzo empleado en ese trabajo demostrando que Zeller[1] sólo había demostrado el teorema para potencias racionales; dándole y “cubriendo” él el hueco mediante una demostración válida para el caso general.[2]
Por eso, se desquitó y quedó a gusto criticándoles y no dejando títere con cabeza en cuanto tuvo la menor ocasión. Y esa ocasión vino propiciada bastante pronto.
Concretamente durante el tiempo que se tomaron para deliberar y reflexionar acerca del resultado más acertado para su exposición verbal.
En cuanto puso un pie en la sala donde le obligaron a esperar el veredicto (porque eso era lo que era realmente, por mucho que intentaran camuflarlo) tanto sus piernas como su lengua iniciaron un movimiento frenético siendo incapaz de frenar ninguna de las dos.
Bueno, sí.
Sí que se detuvo.
Lo hizo en el mismo momento en que escuchó unas risas ahogadas en su espalda.
Ese mínimo sonido provocó que pasara del estado de nerviosismo a la rigidez más absoluta (lo cual agradeció en parte)
Y así se quedó, igual que una estatua.
No debía ni quería darse la vuelta.
Porque si se daba la vuelta descubriría quien estaba con él en esa habitación justo en ese momento y le había descubierto. Hecho que se había convertido en una recurrente pesadilla durante las noches inmediatamente anteriores a este día.
En sus pesadillas eran los miembros del tribunal los que se aparecían de la nada y esa era la causa por la cual no se atrevía a darse la vuelta: temía que sus sueño se hubiese convertido en realidad.
Aunque por otra parte…
Por otra parte le había parecido escuchar risas,
Y en sus pesadillas la risa nunca había hecho acto de presencia.
Además, eran unas risas femeninas,
Y por lo que acababa de escuchar no parecía que las voces de los miembros del tribunal fuesen especialmente femeninas,
Impulsado por este nuevo ímpetu de positividad, lentamente (aunque con los ojos cerrados) se dio la vuelta. Solo cuando dio un giro de 360º C Christian abrió los ojos.
Pero tampoco lo hizo de manera brusca o de una sola vez.
Todo lo contrario.
Muy lentamente y de manera bastante dubitativa (temiendo una reacción violenta por parte de quienes le acompañaban en la habitación en ese momento) fue abriendo un solo ojo.
Después de abrirlo por completo, parpadeó varias veces para enfocar bien la imagen de las personas que estaban frente a él, suspirando con un alivio tremendo. Tras ello, abrió los dos ojos antes de fruncir el entrecejo.
¿Quién demonios eran esas tres mujeres?
-          Esto… esto… yo quería… - inició, titubeando.
-          No digas ni una sola palabra más – le interrumpió la señora que estaba en el centro de las tres con la mano levantada para poner distancia entre ellas y marcar a su vez quién era la autoridad allí. – Las tres creemos que has hablado lo suficiente por hoy – añadió muy seria.
-          Disculpen señoras pero… ¿ustedes quiénes son? – les preguntó sin entender muy bien su presencia allí.
En respuesta y alusión a la pregunta, las tres mujeres irguieron su postura dando un paso atrás y sacudieron los hombros (irguieron su postura todo lo que pudieron puesto que eran más bien maduritas y les era prácticamente imposible ponerse rectas del todo).
-          Yo soy la señora Wind, y éstas son la señora Fleck y la señora Asper – se presentaron.
Al escuchar esos nombres, Christian quiso que se lo tragara la tierra y tragó saliva sonoramente.
“Tenían que ser estas tres señoras precisamente” se quejó mentalmente mientras lamentaba su mala suerte.
Y es que esas tres señoras precisamente eran ni más ni menos que las esposas de los miembros de su tribunal evaluador.
Esposas a la que si les daba por abrir la boca le convertirían en hombre muerto y en un matemático no doctorado.
Imágenes de su hermano burlándose de él se repetían en su mente continuamente. Para impedir que sucediera esto, Christian se puso presto a evitar el desastre:
Se arrojço a los pies de las tres señoras y comenzó a suplicar e implorar con las manos juntas imitando la genuflexión en el rezo en los bancos de las iglesias.
-          ¡No! –gritó. - ¡Por favor! – les pidió. - ¡Por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor! – añadió. - ¡Lo dije sin querer! – se excusó. – Realmente no pensaba lo que decía – les aseguró con toda la calma que el pánico que dominaba su cuerpo le permitió. – Si les dicen algo no me concederán el doctorado –les explicó. – Y he trabajado mucho para conseguirlo – apostilló con tono lastimero. - Por favor – les volvió a pedir añadiendo una sonrisa.
Ante tan brillante actuación, las tres mujeres solo pudieron realizar una acción: volver a reírse, añadiendo más confusión a la aturdida y aturullada mente de Christian; quien las miraba sin saber muy bien qué gesto poner en esta ocasión.
-          Tranquilizaos señor y poneos en pie – le exigió la señora Wind. Christian obedeció.- Si lo que realmente os preocupa es si vamos a decirles a nuestros maridos lo que hemos escuchado sobre ellos antes de que os den el veredicto, debéis estar completamente tranquilo porque no les vamos a decir nada – le aseguró.
-          ¿Ah no? – preguntó inseguro, aunque algo más contento.
-          ¡Por supuesto que no! – exclamaron las tres al unísono.
-          ¿Y más tarde? – quiso saber en el mismo tono de inseguridad que antes. Las tres volvieron a negar. - ¿Por qué no? – preguntó, confuso del todo.
-          ¿Nos tomas el pelo? – le preguntó la señora Wind antes de reír por tercera vez consecutiva (aunque en esta ocasión de forma mucho menos escandalosa) En tal caso deberíamos estarte agradecidas nosotras jovencito – explicó.
-          ¿A mí? – preguntó boquiabierto.
-          ¡Por supuesto! – exclamó enfadada. – Odiamos este tipo de actos académicos y la sensación de no estar haciendo nada durante tanto tiempo nos resulta realmente tediosa – explicó. – Por eso agradecemos tus comentarios enormemente. Nos has hecho pasar el mejor rato de toda la tarde… - concluyó.
-          Además, que todo lo que has dicho es cierto – apostilló la señora Fleck. – Yo también pienso que mi marido parece una pelota de tenis de tan calvo, gordo y blanquecino como es – añadió con una sonrisa.
-          Y mi marido también podría pasar por un loro a oscuras de tan grande y ganchuda como tiene la nariz – concluyó la señora Asper.
-          Ya sabe señor Crawford – le advirtió la señora Wind. – Si el tribunal hoy tiene un día difícil y por el motivo que fuese no decidieran aprobar el trabajo de tu investigación siempre podrás dedicarte a la crónica social – añadió.
Christian no pudo responder al comentario favorable. No le dio tiempo a agradecérselo o a despedirse de las damas porque en ese instante le llamaron para comunicarle su calificación.
Esa fue la primera vez que Christian  “ejerció” (durante escasos minutos) de cronista social y  el primer conato de acercamiento al mundo periodístico.
Conato que fue olvidado inmediatamente porque al final le aprobaron el trabajo con excelentes calificaciones y se hizo con el título de doctor en matemáticas pese a su juventud.
Dicha situación hubiera quedado categorizada como una anécdota graciosa para contársela a las futuras generaciones de los Crawford y nunca jamás hubiera salido de los círculos familiares o de amistad íntima sino hubiera sido porque hacía ya más de seis meses que la señora Whisper desapareció sin dejar pistas.
¿Quién era esa señora?
Y lo más importante ¿por qué era importante y relevante su desaparición?
Atendiendo a la primera pregunta la señora Whisper era, o mejor, había sido la cronista social del periódico The Information y por tanto, era quien había surtido y abastecido de información pseudo-periodística a una sociedad londinense hambrienta de noticias y cotilleos.
Una sociedad que actualmente se había quedad “huérfana” de madre en este tipo de contenidos.
Nadie sabía el cómo y el por qué de esta extraña desaparición misteriosa y además tampoco la propia protagonista había explicado sus motivos (básicamente porque nadie sabía a ciencia cierta quién era realmente la señora Whisperya que escribía bajo un pseudónimo)
La desaparición de la cronista más reputada había sido el primer motivo para que Christian comenzara a recordar cada vez más de seguido la frase de la señora Wind.
El segundo motivo había sido el grado sumo de aburrimiento que había alcanzado debido a un más que considerable exceso de tiempo libre. Tiempo libre que comenzó justo con la última columna de miss Whisper; pues en torno a esos días fue despedido como profesor particular de matemáticas de los hijos de un vizconde (hecho que él agradeció considerablemente puesto que los niños eran unos lerdos y unos repelentes). A este nuevo status también contribuyó que su mentor y maestro; el señor Gauss[3] no respondía a ninguna de sus cartas rogatorias de una nueva asignación de un tema, campo, problemas por resolver o ámbito de estudio sobre el que realizar un nuevo trabajo investigador.
Así estaba desde hacía ya cinco meses.
Tremendamente aburrido.
Y si se aburría mucho sus niveles de sarcasmo, crítica y crueldad hacia el resto de personas se disparaba.
Había alcanzado tal nivel de aburrimiento (y con ello de cotas de crueldad) que algunos de sus insultos y comentarios habían sido muy buenos. Tan buenos según su criterio que le dio pena que se olvidasen y se perdiesen en la noche de los tiempos.
Y por ello comenzó a escribirlos.
No obstante, cada vez era más frecuente que terminara por anotar todos y cada uno de sus comentarios; llegando a apilar gruesos montones de papeles.
Fue un día, observando esos gruesos montones de folios cuando se le ocurrió una idea.
Una locura más bien.
El pensamiento más disparatado de todos los que se le habían ocurrido en sus veinticinco años de vida tomando como referencia las palabras y siguiendo el consejo que la señora Wind le dio meses atrás.
¿Y si fuera él quien reemplazara a la señora Whisper como cronista social?
Cuanto más lo pensaba y más vuelta le daba al asunto más conveniente y recomendable le parecía como solución a la situación de hastío vital en la que se hallaba.
Por este motivo, se puso manos a la obra de inmediato y para ello fue una suerte que conociese debido a u mutuo interés por las matemáticas al editor de un periódico. Bien es cierto que no al más conocido y de mayor tirada de todo Londres pero para la idea inicial que tenía en mente era más que suficiente.
Ese había sido el resumen de su avatar vital hasta esa tarde en lo que al tema de Christina se refería.
Cabe decir y destacar que el editor del periódico aceptó de bastante mala gana inicial que Christian se convirtiera en la nueva cronista social de The Chronichle pero fue tal la vehemencia u el número de argumentos favorables que presentó para su causa que acabó por claudicar.
A grandes rasgos, cuatro fueron los motivos; todos íntimamente relacionados:
1.      El primero y más obvio de todos era la necesariedad de cubrir la vacante dejada por la señora Whisper.
2.      El segundo argumento estaba relacionado con el incremento de beneficios que le reportaría personalmente si accedía.
3.      El tercero estaba íntimamente ligado al anterior y se relacionaba con la publicidad. Utilizando su propio vocabulario y terminología matemáticas y cmo si de una regla directamente proporcional se tratase así se lo hizo saber: a mayor número de ventas, más interés suscitaría el periódico y a más interés más publicidad para el mismo.
En este tercer argumento se valió de su cercanía y amistad con él y jugó la baza de la influencia hacia persona dejando caer e intuir de forma muy directa que si su columna  o artículos tenían mucho éxito, el The Chronichle pasaría a integrar el círculo de los grandes periódicos del nivel superior y entraría en competencia directa con los hasta componentes. E incluso podría llegar a ser el de mayor tirada y más número de ejemplares vendidos de todo Londres; el cual era el sueño de cualquier editor.
4.      Por último, el cuarto gran grueso de argumentos favorables a que él fuese la nueva cronista social se componía de varias proposiciones:

·         Él era noble (de menor categoría cierto, pero noble y al fin y al cabo) y como aristócrata que era, las normas de protocolo recomendaban (cuando no exigían) que se le invitase oficialmente a cualquier evento. Y cuando esto no sucedía, su hermano William lo enviaba como representante o embajador familiar.
En otras palabras, salvo motivo de causa mayo asistía sí o sí a los eventos.
Primer punto a su favor frente a todas las más que seguras propuestas y/o ofrecimientos que  le habían planteado.
·         Y la segunda proposición consistía en que él también había ido un paso por delante en lo que a autoría se refiere. En otras palabras, ya tenía pensado el pseudónimo con el que iba a firmar sus artículos: Christina Thousand Eyes.
¿Por qué iba a firmar con un pseudónimo y no con su nombre real?
Porque este tipo de crónicas (en teoría) las escribían mujeres y si él las firmaba como un hombre conseguiría justo el efecto contrario al deseado. Es decir, no atraería publicidad, sino todo lo contrario, perdería el escaso margen de lectores con el que contaba.
Además de que no le apetecía en absoluto que la gente supiera que era él, Christian Crawford el autor real de dichos escritos. De ahí la necesariedad del nombre falso; aunque no se diferenciara mucho del original.
Nadie nunca jamás sospecharía de él y podría continuar ejerciendo de Christina todo el tiempo que quisiera.
Sencillamente perfecto.
Por este motivo comenzó a escribir para The Chronichle.
Pero no escribió artículos o grandes informaciones de inicio.
No.
Para conocer la opinión del público lector (y a su vez generar algo de expectación) comenzó a escribir en él de a poco; pequeñas frases o comentarios acerca de los eventos.
Frases y comentarios que fueron aumentando de tamaño y se hicieron más extensos a medida que los rumores y comentarios sobre ella fueron cada vez más habituales.
Su periodo de prueba concluyó anoche coincidiendo con el inicio de la temporada al escribir un artículo de opinión completo y extenso acerca del baile de los Aubrey.
Artículo que, como predijo el editor, continuando con la tónica de todo lo escrito por ella anteriormente fue un rotundo éxito de crítica, público y ventas (de hecho The Chronichle fue el periódico más vendido esa mañana y tuvo que ser reeditado).
Hechos que henchían su orgullo y su vanidad y que provocarían que cayese rendido en la cama en cuanto se tumbase sobre ella.
Pero eso sería mucho más tarde.
Ahora debía aprovechar las horas de luz y la energía que aún conservaba para seguir escuchando comentarios favorables (de los que parecía no cansarse).
La Fortuna[4] pareció sonreírle y ser su aliada nuevamente cuando tomó un recodo que le condujo a un estanque patos, puesto que dos señoritas sin chaperona a la vista habían iniciado una conversación sobre él.
Intrigado y picado por la curiosidad, ralentizó la velocidad de sus pasos y caminó de manera más silenciosa hasta casi no hacer ruido porque quería escuchar qué decían.
De inicio lo que Christian escuchó fueron risas.
Pero no unas risas leves y contenidas; no. Éstas eran carcajadas.
Lo cual significaba que algo de lo que habían leído en su artículo les había parecido muy gracioso.
Y él no había incluido ningún chiste en él.
De repente, las risas comenzaron a preocuparle y a enfadarle.
Por eso, agudizó aún más el oído.
-           ¿Lo has leído bien? – le preguntó Rosamund a Penélope muerta de la risa. Ésta respondió con un asentimiento de cabeza pues era incapaz de responder con palabras; tal era su ataque de carcajadas. - ¿De dónde habrá salido esta Christina? – volvió a preguntarle sin dejar de reír.
-          No… sé – le respondió la susodicha entrecortada por la risa. - ¡Y prefiero no saberlo! – añadió. - ¡Es pésima! – concluyó, sacudiendo el periódico antes de empezar a reír nuevamente.
En realidad Penélope reía por no echarse a llorar, ya que era lo más zafio, cruel y de peor redacción que había leído en toda su vida.
“¿Pésimo?” se preguntó Christian desconcertado. “¿Ha dicho pésimo?” añadió, antes de decidir acercarse aún más a ellas aprovechando el tronco de un árbol pues no se fiaba mucho de sus oídos.
-          ¿Tan malo es como para que lo califiques de pésimo? – le preguntó Rosamund extrañada. – Tú nunca has calificado nada de  lo que has leído de forma tan desfavorable – añadió. – Y mira que has leído… - incidió. – No sé… a mi la pobre chica me parece graciosa y en el fondo me da lástima – opinó.
“¿Lástima?” se preguntó Christian atónito. “¿Lástima por qué?” exigió saber, cambiando su escondite por unos arbustos aún más cercanos a ellas que el árbol.
-          ¡Oh vamos Rosie! – exclamó Penélope. - ¿Graciosa? – le preguntó. - ¿En serio? – añadió, escéptica y enarcando una ceja. – En tal caso lo que es, es indignante – le regañó antes de coger de nuevo el periódico, abrirlo por la sección de Sociedad, ponerse sus lentes, carraspear  y comenzar a leer en voz alta:
“Hola señores y señoras, damas y caballeros, señoritas y señoritos, queridísimos lectores habituales y demás personas varias que lean este artículo: buenas tardes” – se detuvo.
Tanto tiempo que Rosamund se preocupó y no le quedó más remedio que preguntar:
-          ¿Y? -.
-          ¿Cómo que –y? – preguntó Penélope. - ¡Pues que está mal desde el principio! – exclamó enfadada. - ¿Cómo empiezas un artículo periodístico con algo tan coloquial como un hola? – le preguntó, aunque en realidad lo hacía para sí misma. Por eso tardó un segundo en responder: ¡Eso es un error de primeras letras! – exclamó. Y  ¿señorito? – preguntó, ofendida. - ¿Desde cuándo existe la palabra señorito como algo diferente al de un uso despectivo del término? – añadió. – Y ¿buenas tardes? ¿En serio? ¿Dos saludos? – preguntó con cara de sentirse enferma y poniendo más énfasis en cada una de las preguntas que hacía. -¡Otro fallo garrafal! – exclamó desesperada al ver tanto error gramatical en tal pocas líneas.
Christian Crawford escuchó dichos comentarios y su paciencia fue desapareciendo poco a poco.
¿Qué pasaba por haber utilizado la palabra hola en su artículo? ¿Es que era pecado y por ello acabaría descendiendo a los infiernos? ¡Si al fin y al cabo era el saludo más habitual y utilizado!
En cuanto a lo de señorito… Christian sabía perfectamente que estaba mal escrito como categoría definitoria social pero quería darle un toque irónico-cómico de inicio al artículo.
Y lo de buenas tardes… ¿doble saludo? ¿mal dicho?
“¡Por Dios!” exclamó y bufó  ante semejante tontería. “Me parece a mí que la señorita solterona es demasiado tiquismiquis y sabihonda” refunfuñó mentalmente.
-          Además, no entiendo muy bien por qué se mete tanto y ataca al gusto y la decoración de la marquesa de Aubrey. Yo estuve allí y a mí sí que me gustó – explicó y añadió su opinión: - Tantos comentarios ofensivos hacia su persona lo único que me sugieren son una envidia y unos celos terribles hacia su persona – apostilló. – Y el comentario que sugiere cómo llegó a ocupar el puesto de marquesa me parece totalmente fuera de lugar – apostilló. – A mí me parece que quien salió ganando llevándose el mejor premio y partido de la temporada fue el marqués de Aubrey y no al revés – dijo esto último señalando con el dedo a modo de advertencia a su amiga para que no dijese una barbaridad: - No todas las jóvenes que pueden elegir esposo están dispuestas a casarse con un hombre diez años mayor que ella y con trágicos recueros de la guerra y termina enamorándose del en el proceso – expresó. – Nuevo error por desconocimiento y veredicto negativo por mi parte -.
“¿No es un poco pedante esta mujer?” se preguntó Christian Crawford enfadado.
-          Luego están sus contradicciones acerca del duque de Silversword – expresó.
-          ¿Contradicciones? – preguntó Rosamund confundida a la par que curiosa.
-          Cuando digo contradicciones quiero decir en realidad nuevos errores – aclaró Penélope. – En primer lugar ¿por qué dedica una buena parte de su escrito a alguien que ni siquiera estuvo presente? – preguntó nuevamente de forma retórica. – Acepto de buen grado que es un duque joven , rico, muy bien posicionado y por lo que dicen, bastante atractivo pero… ¿para tanto? – preguntó. – Yo creo que no – se autorrespondió. – Y si al menos siguiera un discernir y una línea de pensamiento lógica a lo largo de todo el fragmento del artículo – dejó caer, suspirando. – Todo sería mucho más sencillo para sus lectores volvió a responderse a modo de queja. – Pero lo que no se puede hacer de ninguna de las maneras es criticarlo hasta el límite por no asistir para luego detenerse en hacer una descripción lo suficientemente detallista de su persona como para conocer cuál es el número de granos que ahora mismo tiene en el rostro – se quejó, airada. - ¡Qué lío! – exclamó confusa. – Cuando Patrice me lo leyó esta mañana me desconcertó bastante de inicio – confesó. – Aunque luego lo comprendí todo mucho mejor – concluyó.
-          ¿Qué pasa? – se preguntó Rosamund sin entender.
-          Está clarísimo Rosie: la señorita que escribe bajo el pseudónimos de Christina Thousad Eyes ha sido una de las numerosas amantes que el duque ha tenido y a la que dejó de manera inesperada por su parte. Por esta razón, ésta escribe así acerca de él; está enamorada todavía y siente bastante despecho hacia su persona – concluyó.
Pensamientos contradictorios cruzaron por la mente de Christian antes las últimas palabras de la redicha mujer:
Por una parte tenía razón; había escrito bastante acerca de su hermano. Hecho del que fue consciente únicamente al ver el artículo publicado, cuando ni siquiera ido a la fiesta (una fiesta que organizaba uno de sus amigos más íntimos por otra parte) y a la que había prometido asistir. No obstante, sabiendo de antemano lo que podía ocurrir Christian también asistió y se enfadó al ver que incumplía su promesa y no apareció en la fiesta por ningún lado; de ahí la razón de sus críticas
Pero por la otra… esa mujer estaba total y absolutamente equivocada además de loca y bastante afectada por los libros que leía. El motivo de la excesivamente detallada descripción de William estaba muy relacionado con lo anterior; era fastidiarle de la forma y manera que más le afectaba: la persecución de todas las jovencitas y mujeres  solteras más que dispuestas a echarte el lazo no porque estuviera enamorada de él ¡Si era su hermano, por el amor de Dios! Y dado que su negativa a asistir a los eventos sociales parecía rotunda, a éstas no le s iba a quedar más remedio que “asaltarlo” cuando fuese a las sesiones parlamentarias, cando ejerciese de abogado o en cualquier otro momento en que abandonara su casa; la cual había reutilizado y convertido en una especie de fortín.
Volvió a escuchar cómo la mujer abría de nuevo la boca por lo que detuvo sus pensamientos y agudizó el oído:
-          Eso no es todo – anunció. – Habla de Ronnie… - añadió. Y tras un breve silencio, apostilló. – Y de ti -.
-          ¡¿Qué?! – preguntó sorprendida y repentinamente furiosa. . ¡Trae acá ese periódico! – exclamó, arrebatándoselo de manera brusca de las manos. Tan brusca que a punto estuvo de romperlo.
-          ¡Sabía que no te lo habías leído entero! –exclamó con tono acusador antes de echarse a reír, recordando sus días de “estudiantes” en la escuela apara señoritas de Miss Carpet en las cuales Rosamund nunca terminaba de leer las lecturas obligatorias y sonsacaba la información a base de preguntas y amenazas a las chicas.
No obstante, Rosamund no escuchó las palabras de Penélope. O si lo hizo no les prestó mucha atención, ya que ésta giraba en su totalidad acerca de la lectura del artículo.
-          ¿Quién demonios se cree Christina Thousand Eyes para hablar de Ronnie así? – preguntó. - ¿La reina de Gran Bretaña? – añadió enfadada. – Cuando me entere de quién es… le cortaré la mano para que deje de escribir barbaridades – anunció.
-          Rosamund… -
-          Y tú  - dijo, señalándola con el dedo. - No vas a intentar impedírmelo en esta ocasión porque sabes que tengo razón – añadió. - ¿Cómo se le ocurre poner esas cosas de Ronnie? – preguntó.
Penélope sabía que Rosamund tenía razón pero no iba a fomentar su violencia y agresividad para con Christina reconociéndolo. Eso sí, si alguna vez descubrían por casualidad quién era Christina, no iba a permitir que la pobre muchacha se quedara sin manos. Aunque iba a ser harto complicado ya que, una vez que Rosamund te declaraba como su enemiga, lo eras para siempre. Y parecía que Christina de entrar a formar parte de tan “selecto” grupo.
Ella también estaba muy enfadada con esa parte en especial del artículo y de hecho, no quería ni recordar las palabras ahí plasmadas. Pero Rosamund, aún afectada e incrédula por lo que acababa de leer lo repitió:
“¡Ah! Y casi me olvidaba, lo cual hubiera sido un error imperdonable por mi parte: anoche sin lugar a dudas hubo una mujer protagonista y destacable sobre el resto: la señorita Verónica Meadows. Perdón, la señorita Rossi como ella se hace llamar desde hace no se sabe cuánto tiempo esta chica cambió su apellido por el de soltera que su madre, una actriz teatral del tres al cuarto ligera de cascos – se dice que tan ligera de cascos que puede que incluso la señorita Verónica no sea hija del difunto lord Meadows.
El rechazar y desvincularte mediante no usar el apellido paterno ha sido un error garrafal por tu parte bonita. Ya que has regresado  a Gran Bretaña sola, sin nadie que te proporcione buena posición y protección; por mucho que estés alojada con los Gold.
Afortunadamente, la chica no están tonta como parece a simple vista y ha regresado “comprometida” con un conde napolitano. Aunque señoras, yo por si acaso ataría bien en corto a sus maridos e hijos solteros ya que, vistos los antecedentes… nunca se sabe.
Anoche, la señorita Rossi  intentó revivir y recuperar su juventud perdida hace ya mucho asistiendo al baile vestida de blanco cual debutante el día de su presentación en sociedad.
Nuevo error por parte de esta…chica ya que por muy bella, bien peinada y maquillada de tal forma que resaltara los rasgos de tu cara (y hago un inciso para recordar que el rojo es un color de labios muy de moda en el Soho) Tú no tienes ya diecisiete años ( y nunca volverás a tenerlos)y con equivocaciones de ese tipo lo único que consigues es parecer más vieja d lo que eres ya de por sí.
Mis críticas hacia ella hubieran acabado aquí si no llega a ser porque el vestido aparte de ser blanco, estaba totalmente pasado de moda. Tan pasado de moda como que era del siglo anterior.
Como lo leen lectores.
La señorita Rossi asistió anoche al baile de los Aubrey vestida con un vestido blanco barroco-rococó, con corsé externo y motivos marineros.
Un desastre.
No obstante, yo solo soy la nueva cronista social del periódico y no la responsable de los comentarios de la revista de moda; la señora Porter, así que no me lo tomen muy en cuenta. Al parecer, en este aspecto soy yo la que está equivocada ya que hay una opinión y mayoría acorde y bastante favorable al modo y manera de vestir de la señorita Rossi; quien acabó alcanzando la primera posición de la lista de las mejor vestidas y con más estilo. Justo por delante de su amiga la señorita Katherine Gold.
Cuidado señorita Gold, puede que tengas al enemigo en casa e invitada por ti misma.
Y ¡ojo lady Dunfield! Vigile a los tres hombres de su casa sino quiere sorpresas desagradables.
Rosamund gruñó al concluir la lectura, manifestando así el grado de enfado que tenía mientras que Penélope permaneció en silencio.
Dos cosas estaban claras:
1.      Christina no conocía personalmente a Verónica y se había dejado influenciar bastante por la familia Meadows a la hora de emitir juicios erróneos hacia su persona. Si hubiera consultado otras fuentes sabría que Verónica nunca pudo tener una presentación en sociedad propia en Gran Bretaña debido a la muerte de su madre.
Así que sí, se había vestido de blanco como una debutante a propósito. Pero no para revivir tiempos pasados llenos de recuerdos de juventud sino para ser protagonista de su propia presentación británica; pues ese era el propósito de su viaje de regreso antes de su nueva vida de casada.
2.      Y lo segundo que estaba claro era la inteligencia oculta de Christina Thousand Eyes, ya que pese a todo ese lenguaje soez, cruel y sin ningún tipo de mesura había conseguido golpear directamente en los puntos débiles y sensibles de sus amigas:
·         La consideración de bastarde de Ronnie y la insinuación de que sería una buscona porque su madre había sido actriz de teatro.
·         El temor a la pérdida de la hegemonía en lo que a estilo y moda de Katherine, a quien se lo otorgaba la concesión del título de la incomparable.
En realidad había tocado el punto sensible de las tres. Y por eso, no se explicaba la ausencia de reacción por parte de Rosamund. Quizás estaba aprendiendo a controlar su genio… aunque quizás hubiera otra posibilidad…
Una posibilidad que resultó ser la correcta cuando Rosamund rompió el periódico antes de saltar una y otra vez sobre los pequeños fragmentos, escupirles encima y decir:
-          Juro que no pararé hasta encontrar a Chritina Thousand Eyes y hacer que se trague una a una sus palabras y se retracte públicamente –
Penélope suspiró y se quedó mucho más tranquila al comprobar que la Rosamund que ella conocía había regresado gracias a ese comentario. Después le lanzó una mirada y una sonrisa cargada de comprensión aunque esto fuera incierto; ya que de las cuatro ella había sido la única en librarse de la criba.
Claro que, considerando el nivel de inteligencia que le había otorgado a Christina, quizás la no mención de su nombre había sido deliberada y le había recordado la consideración e importancia que la sociedad le tenía: ninguna.
-          ¿Cómo se atreve? – se preguntó. - ¿Cómo se atreve a decir que yo me enfadé con Verónica porque por su culpa no iba a tener pretendientes para mí? – añadió.
Penélope quiso responder que en este caso Christina había sido fehaciente con lo ocurrido. No obstante, era tal su estado que lo mejor era que se desahogara y soltara todo lo que llevaba dentro.
-          Y ¿quién se cree que es para decir que tengo el carácter de un hombre en un cuerpo extraordinario femenino pero que como lo primero prima lo segundo jamás me casaré porque no hay nadie que me aguante? –preguntó al aire con aspavientos de los brazos. – Eso solo se lo consiento a mi padre y a mis hermanos – añadió. - ¡Y no siempre! –exclamó amenazante. - ¿Con qué permiso lo afirma esta? – le preguntó.
Penélope se encogió de hombros, incapaz de darle una respuesta lo suficientemente coherente.
-          ¡Desde luego! – protestó. ¡A cualquiera le dan ya el puesto de cronista en un periódico! – añadió, lamentándose. – Christina habrá desarrollado muy bien sus otros talentos para conseguirlo, porque lo que es a la hora de escribir… - dejó caer.
Penélope, horrorizada en principio, se tapó la boca con la mano asimilando la indirecta de tema sexual que su amiga había dejado caer con un lenguaje más propio de una taberna de marineros que de una marquesa de la alta sociedad antes de volver a reír.  
Christian había escuchado atentamente y aguantado con la paciencia de un bendito la (por otra parte interesante) única conversación de todas las escuchadas en las que sus opiniones hacia él eran bastante desfavorables hasta el momento en que la pelirroja pasó directamente a meterse con su otro yo dejando caer a la otra chica de pelo color inclasificable que se había valido del uso de favores sexuales para ascender y hacerse con el puesto de redactora de la crónica social de The Chronichle.
Bien, él era un ser sexual.
Poco, cierto. Pero jamás había utilizado el sexo para conseguir nada.
Quizás fueran su ego o su amor proprio los que se  sintieron bastante heridos pero… justo en ese momento se cansó de oír despotricar contra su yo femenino y decidió darse a conocer y plantarles cara saliendo de su escondite.
-          ¡Ya basta! – bramó.
Tan inesperada fue la salida de Christian que ambas mujeres dieron un respingo:
-          ¿A vosotros os parece correcto lo que estabais haciendo? – les preguntó, visiblemente enfadado.
-          Exactamente igual de correcto que escuchar conversaciones ajenas escondido tras los matorrales – respondió de manera automática Penélope; quien se arrepintió inmediatamente de lo dicho con cara de horror.
Rosamund aprobó la respuesta de su amiga con una mirada cargada de orgullo y un gesto de pulgar hacia arriba.
-          ¿Quién te crees que eres para hablarme así? – le preguntó Christian encaminándose muy decidido y de muy malas maneras hacia donde Penélope estaba sentada.
No obstante, Rosamund estuvo mucho más rápida que él y se cruzó en su camino con los brazos en jarras:
-          Quién eres, qué creías que ibas a hacer, qué hacías detrás de los matorrales y por qué has alterado nuestra conversación – exigió saber; aunque ella ya sabía perfectamente quien era.
-          Yo soy Penélope Storm – se identificó la mujer sentada saludándole con la mano.
“Penélope Storm” se repitió Christian mentalmente. “Claro” añadió y se regañó: “Debería haberme dado cuenta antes porque siempre van en grupo”.
Penélope había sido la única de las cuatro amigas a la que no había mencionado porque para comenzar, no recordaba cuál era su nombre. Además de que no había realizado o dicho nada reseñable o digno de destacar, y tampoco era el epítome de la belleza o el estilo. No había más que verla.
-          ¡Eh! – chasqueó los dedos para llamar su atención. – Te he dicho una serie de exigencias que tienes que cumplir – le recordó.
-          Yo soy Christian Crawford – se presentó.
Penélope le dedicó una media sonrisa de simpatía, saso que desconocía quién era y el grado de importancia social que tenía dentro de la aristocracia británica antes de preguntarle:
-          ¿Eres Christina Thousand Eyes?-.
“¿Qué?” se preguntó mentalmente, atónito. “¿Cómo lo ha sabido la pequeña mujer?” quiso saber.
-          ¿Qué? – preguntó ahora sí, en voz alta antes de echarse a reír para disimular su nerviosismo creciente. - ¡Por supuesto que no! – exclamó vehemente. – Christina es una mujer y por si las gafas no te permiten verlo bien, yo soy un hombre – explicó.
-          ¿Eres un pariente o amigo íntmo o cercano a Christina? – volvió a preguntarle Penélope mientras se limpiaba las gafas.
-          ¿Qué? – volvió a preguntar él, extrañado. - ¡No! – se apresuró a volver a negarlo.
-          ¿Eres acaso el editor de The Chronichle? – insistió Penélope.
-          Que si soy el… ¡No! – negó por tercera vez. – A ¿qué vienen tantas preguntas inquisitoriales? – preguntó enfadado. Aunque creía conocer la respuesta: su hermano.
-          Porque si no eres la susodicha y dices no tener ningún tipo de relación amorosa, fraternal  o de amistad cercana a ella, no entiendo a qué viene tu comportamiento y lo exagerada de tu reacción – explicó Penélope.
Christian se quedó mudo ante a inusual capacidad de elevado raciocinio de Penélope. No obstante, enseguida recordó que había criticado su trabajo y el enfado hizo nuevamente acto de presencia.
-          Porque habéis criticado el trabajo de una persona sin darle opción a defenderse -se explicó.
Penélope se echó a reír antes de añadir:
-          Christina se arriesga a eso porque escribe una columna de sociedad. Además de que ella hace exactamente lo mismo – explicó. – Pero si por alguna casualidad de la vida me la presentaran, le diría exactamente lo mismo que a vos – concluyó, algo desafiante.
-          Lo que no entiendo es por qué no os gusta Christina - dijo, rascándose la cabeza por la confusión, - Sois las dos únicas personas de las que he escuchado comentarios desfavorables – explicó.
-          ¡Porque me ha criticado! – exclamó Rosamund furiosa e indignada.
Pero Christian no prestó atención a la pelirroja y esperaba expectante la respuesta de Penélope, la representante del raciocinio en el dúo.
-          Bromeas ¿verdad? – le preguntó.
-          En absoluto – respondió él. – Ni un ápice – enfatizó.
-          ¿Cómo me va a gustar algo que es cruel y soez en extremo?-le preguntó ella. – Y ¿Cómo me va a gustar cuando cima hace referencia a mis amigas? – añadió.
Christian aguantó el rapapolvo y el aluvión de críticas de manera estoica y sin permitirse manifestar una reacción positiva o negativa…hasta el momento en que se volvió a dejar caer que había conseguido el trabajo con ayuda extra añadiendo además que el abuso de palabras malsonantes respondía a una clarísima falta de cultura por parte de Chrsitina Thousand Eyes.
¿Incultura?
¡Él!
¡Él, que era doctor en matemáticas!
Esto era el colmo.
Era frustrante, cabreante, indignante…
Era...era…
Era todo eso y mucho más.
Incapaz de contenerse por más tiempo, se levantó y se acercó a ella amenazante para preguntarle:
-          ¿A quién estás llamando tú inculta o ignorante? –
-          ¡Eh! – exclamó Rosamund entrando en acción de nuevo en la conversación agarrando a Christian por la chaqueta, empujándoles y apartándola del lado de su amiga: - ¿Qué demonios te creías que ibas a hacer? – le preguntó furiosa. – Penélope ha sido correcta y educada en sus formas en todo momento, así que si no sabes controlar tus hormonas te aconsejo que te marches “amigo” – le amenazó.
Ante lo hilarante de la situación, Penélope comenzó a reírse a carcajadas. No obstante, un especialmente sensible Christian se lo tomó como algo personal y, otra vez se acercó a encararse a Penélope para preguntarle acerca de por qué se reía.
Por segunda vez en la conversación, Rosamund agarró a Christian por la chaqueta y lo alejó de sus amiga, empujándole más fuerte que antes.
-          Te has propuesto que te pegue esta tarde ¿no es cierto? – le preguntó con tono severo, ante lo cual Christian palideció.
“¿Quién necesita hermanos mayores que te protejan y defiendan teniendo como amiga a Rosamund Harper?” se preguntó una Penélope muy orgullosa de su amiga.
Disfrutó enormemente de la situación hasta que comprobó que el más que predecible desenlace iba a ser una pelea.
Por este motivo, decidió intervenir y evitarlo.
-          Tranquilizaos ambos por favor – pidió. – Lo menos que quiero es que os peguéis por una tontería – añadió.
-          ¡Christina Thousand Eyes no es ninguna tontería! – protestó a voces enfadado. - ¡Y no es una inculta o una mujer de moral relajada! – amenazó a Penélope señalándola con el dedo y entrecerrando los ojos.
-          De acuerdo, de acuerdo – claudicó ella. – Deteneos – volvió a pedir.- Lo que menos deseo en este mundo es verme envuelta en un escándalo en el que hayáis llegado a las manos por algo tan nimio y banal – explicó.
-          ¿A qué llamas tú nimio y fugaz? – le preguntó Christian, nuevamente ofendido.
Penélope le lanzó el periódico abierto por la sección de Sociedad, perdiendo éste varias páginas en el lanzamiento.
-          ¿Qué quieres decir con esto? – preguntó desconcertado.
-          ¿Cómo? – le preguntó sorprendida. – Pero ¿es que aún no te has dado cuenta? – añadió, perpleja.
-          ¿Te estás refiriendo a Christina? – preguntó agarrando fuertemente el periódico y moviéndolo.
Penélope asintió.
-          ¡Bueno! ¡Esto es el colmo y lo que me faltaba! – bufó, exasperado y enfadadísimo.  - ¿Quién eres realmente, eh? ¿La sibila de Cumas para vaticinar y adivinar el futuro? – le preguntó burlón antes de reírse de ella y añadir en voz baja: - Loca estúpida -.
-          No soy la sibila de Cumas[5] ni la pitonisa de Delfos[6] ni Casandra de Troya[7] y tampoco tengo relación o parientes directos con alguna de ellas pero tampoco hace falta ser muy listo para saber que la carrera como cronista social de Christina va a ser muy breve – explicó.
-          ¿Cómo estás tan segura tú? – le preguntó él cruzándose de brazos a la espera de una respuesta satisfactoria.
-          ¿Es que aún no te has dado cuenta? – le preguntó ella sorprendida. Ante la falta de respuesta por su parte, Penélope suspiró y añadió: - Bien es cierto que la desaparición de la señora Whisper como cronista social ha dejado un hueco y vacío enorme en la crónica social. Una crónica social que sirve de alimento y distracción a muchas personas; en su mayoría mujeres. Un hueco y vacío que en teoría y repito, en teoría – recalcó. – Christina habría venido a suplir. No obstante… -
-          No obstante ¿qué? – quiso saber, ansioso.
-          No obstante – repitió ella. – Dicha ocupación será temporal – anunció. – O dicho de otro modo será una sustitución breve ya que hay una diferencia muy grande entre ambas u que es la base del éxito duradero de una y el fracaso más estrepitoso de otra y que no es otra cosa que la mesura – concluyó.
-          ¿La mesura? – preguntaron ambos sorprendidos y desconcertados.
-          La mesura – repitió Penélope asintiendo. – Si dejamos a un lado las comparaciones que son siempre odiosas son dos las principales diferencias entre ambas: la primera es que Christina Thousand Eyes  adolece de una más que preocupante escasez de vocabulario – explicó. – Lo cual acabará cansando a los lectores en muy corto espacio de tiempo. Y la segunda y principal diferencia entre ambas consiste en la falta de mesura e inexistencia de filtros entre su manera de pensar y su estilo de redacción. Diferencia muy relacionada con lo anterior y que denota un desconocimiento profundo de recursos y estilos literarios a la hora de escribir – concluyó. – Dicho de una manera que podáis entenderlo: sus artículos están llenos de  ataques e insultos personales donde no deja títere con cabeza dentro de la aristocracia. Una vez es pasable por novedad, originalidad o comicidad pero a medida que el protagonismo para mal se transforme en continuo os aseguro que ya no les parecerá tan divertido – añadió. – Como podéis comprobar, pese a que poseo cierto cierta vena profética y vaticinal, los argumentos que defienden mi teoría son más que probables, refutables y defendibles. Es por eso y aún a riesgo de parecer presuntuosa… no le doy más de un mes a Christina Thousand Eyes  como cronista social sino cambia de maneras – concluyó.
“Así que es eso” pensó Christian. “Que no tengo el suficiente vocabulario en su opinión” añadió. “No puedes estar más equivocada querida” concluyó añadiendo una sonrisa de satisfacción y superioridad a su hilo de pensamientos.
Otra cosa no, pero sí había algo en el mundo que le sobraban a Christian eran palabras. Tenía tal conocimiento del lenguaje que ésa fue una de las cosas que reseñaron como favorable los miembros de su tribunal al doctorado, E incluso le felicitaron por ello. Algo de lo que se sintió tremendamente orgulloso y satisfecho, pues escribir una tesis doctoral de más de 800 páginas repitiendo varias veces una docena de palabras entre verbos y sustantivos (teniendo en cuenta que su tesis era sobre matemáticas) era todo un logro más que suficiente como para considerarlo un hito.
“Pero eso ella no lo sabe” se recordó. “Por poco tiempo” añadió con firmeza ya que justo en ese momento había decidido presumir de sus logros lingüísticos frente a ella.
Justo cuando se disponía a hacerlo, se produjo una intervención inesperada en la conversación.
-          ¿Pitágoras?[8] – preguntó un hombre.
“Pitágoras” pensó Christian. “Pitágoras” repitió. “Pitágoras” pensó por tercera vez mientras tragaba saliva con horror.
Pitágoras.
De todas las posibles personas y soluciones que podían surgir o aparecer tenía que suceder precisamente ésta.
“¡No es justo!” protestó mentalmente.
-          ¡Pitágoras! –le llamaron al ver la nula reacción ante la alusión a su “nombre”. - ¿Qué demonios estás haciendo aquí? – le preguntó.
-          Esto…esto…yo… pues….yo… - tartamudeó y balbuceó en su presencia ante la creciente curiosidad de ambas damas (sobre todo de Rosamund) quienes observaban silenciosas cómo el hombre que hasta ahora se había comportado de manera agresiva, saltando a la mínima, enmudecía y empequeñecía hasta casi desaparecer ante la formulación de la pregunta.
“¡Mierda!”” exclamó y volvió a protestar mentalmente. “¿Por qué no puedo hablar como una persona normal delante de él? – se preguntó. “Todo es por tu culpa Henry Harper” añadió. “Idiota” concluyó, sacándole la lengua; gesto que jamás en la vida se le hubiera ocurrido realizar.
Porque la persona que había realizado e intervenido de manera totalmente imprevista e inesperada (sobre todo para él) en la conversación era ni más ni menos que el propio Henry Harper,
Sí, Henry Harper.
Henry Harper; quien por otra parte era el hermano mellizo de Rosamund Harper; una de las dos mujeres ahí presentes.
Henry Harper, uno de sus veteranos y compañero de universidad (no así de correrías; puesto que él no tenía tiempo para eso). Uno de los encargados de hacerle la existencia lo menos llevadera posible en Eton,  también.
El mismo encargado de ponerle el mote de Pitágoras, burlándose con ello de su elección de las matemáticas como estudios superiores.
Ahora, pasados los años y viéndolo desde otra perspectiva la situación podría dar risa. Mucha risa en realidad, ya que quien se burlaba continuamente por su elección por las matemáticas acabó pro no concluir jamás ninguna carrera universitaria y dedicarse únicamente a las juergas y a gastar parte de la fortuna familiar, mientras que Christian ya era todo un doctor pese a su juventud. Doctor que había alcanzado la fama y la gloria gracias a una columna de cotilleos, sí. Pero doctor al fin y al cabo.
Y además, él tampoco era un desertor del ejército en la contienda contra los franceses como era el susodicho y por tanto, no había traído la vergüenza y la deshonra a su familia.
Debería plantarle cara y decirle todas estas cosas.
Debería burlarse de él por estos motivos y así desquitarse de tantos años de comentarios, burlas y humillaciones sufridas.
Debería hacerlo.
Quería hacerlo.
Pero no podía.
¿Por qué?
Porque una de las cosas por las que era conocido en la universidad (aparte de ser un imán para las mujeres y por las magníficas que organizaba) era por sus legendarios puños.
Puños que el propio Christian sufrió en sus propias carnes en varios momentos en los que le sacó de quicio.
Puños que aún le dolía al recordarlos.
Puños que por estas numerosas razones prefería no volver a probar; así que calló y continuó comportándose como un estúpido en su presencia.
-          Está todo bien Henry – dijo Penélope. – Solo estábamos comentando e intercambiando opiniones acerca del artículo de Christina Thousand Eyes – explicó.
Increíble.
Sorprendente.
La mujer que más duramente le había criticado, atacado y sacado punta a todo lo que él decía ahora se había convertido en su defensora.
Una defensora bastante enérgica y poderosa, según pudo comprobar cómo Henry la miraba primero con desconfianza para luego relajar la tensión de su cuerpo, abrir los (hasta ahora cerrados) puños, aflojar la mandíbula y retirarse un par de pasos de su posición actual.
-          ¿Es cierto eso? – le preguntó enarcando una ceja.
-          Eh… sí – asintió. – Completamente – añadió, asintiendo con la cabeza enérgicamente.
-          ¡Claaaaro! – exclamó Henry, - Y de todas las mujeres que pasean por Hyde Park  a estas horas has tenido que escoger casualmente a mi hermana y a su mejor amiga – dejó caer.
-          Te resultará inverosímil o muy difícil de creer – dijo Penélope poniéndose en pie. – Pero eso es exctamente lo que ha sucedido –añadió. – Serendipia se llama este tipo de cosas – concluyó.
Henry miró alternativamente a uno y otro e  inesperadamente comenzó a reír a carcajadas para el total y absoluto desconcierto de todos los allí presentes en ese lugar y ese instante.
-          ¡Ay! – exclamó él. – Christian, Christian, Christian – dijo en tono condescendiente y deteniendo su risa. – No has cambiado un ápice ¿lo sabías? – le preguntó antes de que se le escapara una corta risita. – Sigues siendo el mismo chico tímido y callado al que le costaba horrores acercarse a la gente para entablar una conversación pero que siempre acaba metido en líos por culpa de los demás – explicó con otra risita. – Bueno, sí que hay una diferencia – añadió malicioso. – En la universidad era tu hermano quien te defendía y ahora dependes de una mujer para que lo haga – concluyó, rompiendo a reír nuevamente a carcajadas y sin dejar de señalarle con el dedo. - ¡Eres aún más patético que entonces! – añadió.
Cuando Penélope escuchó la primera parte de la descripción del carácter y comportamiento de Christian Crawford en la universidad olvidó de inmediato su resentimiento y la mala opinión que de él había tenido, sustituyéndolo ahora por una plena identificación con su persona y por tanto, sintió un renovado interés por conocerle.
Ella sabía perfectamente qué era lo que se sentía al ser tímida y tener problemas de socialización; ya que los había sufrido en carne propia también. Por ello, quiso hacerle patente su apoyo tocándole el hombro.
No obstante Christian lo entendió completamente al revés; pues le apartó el brazo de manera brusca (y algo dolorosa) dándole un tortazo.
-          ¡No! – exclamó de manera brusca y agresiva, - ¡No! – repitió, algo más relajado. – no te atrevas a tocarme y a sentir lástima de mí – le advirtió, con los dientes apretados. – Tú no – añadió siseante.
Penélope ofendida por el gesto y sin entender muy bien su reacción, focalizó su mirada enél y comenzó a parpadear compulsivamente para ver si así conseguía desencriptar y desentrañar la mente más confusa con la que se había encontrado en su vida.
A Henry, que siempre le había caído bien Penélope (al contrario que algunos de sus hermanos)  porque la consideraba una presencia positiva que añadía calma y cordura al carácter impulsivo en exceso de su hermana, no le sentó nada bien la manera en que éste la trató.
Por eso (y antes de que lo hiciera su hermana) explotó:
-          Pitágoras – dijo tomando aire. – He tenido que soportarte durante toda mi vida estudiantil y aguantar tus excentricidades y salidas de norma continuas en público. No obstante, las aguantaba a fin de evitar escándalos y porque lo dictaba el protocolo – explicó, con calma aparente. – Pero si crees que ahora, finalizada nuestra etapa de estudia y por tanto, con encuentros y cruces esporádicos entre nosotros voy a tener la paciencia de antaño y voy a aguantar comportamientos y reacciones como la que acabas de tener, estás muy equivocado – le advirtió. Tan equivocado como que si no te marchas de aquí inmediatamente y nos dejas tranquilos y solos, mi puño aterrizará en tu boca en menos tiempo del que crees y sin que puedas hacer nada por evitarlo – le amenazó. – Fuera – le ordenó señalándole la salida de Hyde Park de forma tan firme que parecía ser el dueño del parque.
“Increíble” pensó Christian. “Inaudito” añadió enfurruñado. “Jamás en mi vida me habían humillado tanto”  reflexionó. “Y todo por culpa de esta maldita mujer y de Henry” concluyó, mirándoles con odio de manera disimulada; por miedo a ser descubierto.
No obstante, y pese a ser humillante hasta el extremo, obedeció.
Sobre todo por la expresión ceñuda y de furia de Henry (exacta a la de su hermana)
Por eso, se dio la vuelta y se marchó sin despedirse de ninguno de los tres (no era necesario visto el caso) .
El hecho de que se marchara silencioso, no quiso decir que su mente también se comportara de la misma manera. De hecho, su mente era un hervidero de ideas…vengativas.
Ideas vengativas contra las tres personas que acababan de burlarse de él. Sobre todo contra Penélope Storm; pues los otros dos ya habían sido reseñados en su artículo.
No así Penélope Storm, quien, en teoría había creído que no tenía nada importante que escribir o reseñar acerca de ella.
¡Cuán equivocado había estado!
¡Penélope Storm era sin duda la peor de todos!
Lo que pasa es que al ser tan bajita, insignificante y nada destacable nadie era consciente de ello.
Nadie excepto él, por supuesto.
Pero eso se había acabado ya.
Se iba a enterar.
Decían que una de las cosas que menos le gustaban a esa pequeña sabihonda y repelente mujer era ser el centro de atención, pues bien, su venganza iba a consistir precisamente en eso. Gracias a Christina Thousand Eyes esa chica no es que fuese a ser conocida en sociedad sino que la a iba a convertir en el centro de atención y en el blanco de todas sus críticas.
Rió ante el maligno y vengativo pensamiento.
Eran conocidos por todos los arrebatos de mal genio y furia de Jeremy Gold o las reacciones violentas, similares a las de un hombre de Rosamund Harper pero lo que nadie sabía era la furia e ira de Christian Crawford.
Christian Crwaford ya no era el de la universidad y por tanto, no iba a aguantar burlas, compasión o críticas en ningún aspecto de su vida,
Se iban a enterar.
Se iban a enterar.
“Penélope Storm, acaba de ganarse usted un enemigo” pensó de forma maligna antes de echarse a reír (esta vez sí) en voz alta.




[1] Zeller: Julius Christian Johannes Zuller fue un sacerdote protestante alemán, creador del algoritmo que lleva su nombre; en el cual se puede obtener a partir de una fecha el día de la semana que le corresponde.
[2] N. Aut: Dato y teorema tomado y copiado del matemático noruego Niels Henrik Abel
[3] Gauss: Johan Carl Friedrich Gauss (1777-1855) fue un matemático, astrónomo y físico alemán que contribuyó en muchos aspectos incluida la teoría de números, el análisis matemático, la geometría diferencial, la estadística, el álgebra, el magnetismo y la óptica.
[4]
[5] Sibila: La Sibila de Cumas recibe este nombre por haber pasado la mayor parte de su vida en dicha ciudad. En realidad, según la mitología nació en Eritrea y era hija de Teodoro y una ninfa. Nació con el don de la profecía y las anunciaba en verso.
[6]  Pitonisa de Delfos: Era la encargada de realizar las predicciones en dicho lugar. No importaba su clase, solo se le pedía su vida y que sus costumbres fueran irreprochables. El nombramiento era vitalicio y ella se comprometía a vivir siempre en el oráculo.
[7] Casandra de Troya: Hija de Hécuba y Príamo, era una sacerdotisa de Apolo con quien pactó un encuentro sexual a cambio del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió al conocimiento y procedimiento de la adivinación rechazó al dios. Apolo, ofendido, la escupió en la boca. Con esta acción la maldijo: seguiría teniendo el don, pero nadie creería sus palabras.
[8] Pitágoras: Pitágoras de Samos (580 a c – 495 . C) fue un filósofo y matemático griego considerado el primer matemático puro. Contribuyó al desarrollo de las matemáticas helénicas, la geometría y la aritmética. Uno de sus teoremas más conocidos, el teorema de Pitágoras plantea que en el triángulo rectángulo el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos.

9 comentarios:

  1. yo también quiero pegar a Christian!!!! -.- que mal han empezado todos... y a que lo del examen y el vocabulario lo has sacado de ti???

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    1. Si!! Está inspirado en mí... en su momento me sirvió como terapia de choque...para que veas cuánto hace que escribí acerca de esto..
      y no te preocupes, luego se arregla... recuerda quién es la correctora de Christina... :)

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    2. Ya... pero que modo más malo de empezar y que estúuuuuuuupidooooo que es Christian! XD Lo de que es una terápia... es por el motivo que escribo mi libro, así que si... éso lo sé! :D Ahora cuando publiques es cuando tienes que ir y darle un ZAS en toda la boca a quien te dijo lo que te dijo!! XD Sazonale bien el libro y que se lo coma!!!

      Por cierto, que se me pasó decírtelo. Adoro las poesías que me pones por aquí, nunca he sido de leer poesía, no me gusta leer poemas, pero... estás consiguiendo que lo haga y me encantan los que eliges :D

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  2. bueno bueno bueno christian christina hermano de mi supremo willy willy umm q me lo como xq esta como quiere el sr maadre q me pierdo y me desvio del tema q con este mozo me pongo a divagar y pasa lo q pasa jajaj
    volviendo al tema central del capi =) CHRISTIAN ME HAN ENTRAADO UNAS GANAS DE PEGARTE 3 4 5 O LAS Q HAGAN FALTA SENDAS Y SONORAS BOFETADAS Q ME HA DETENIDO EL COJIN DE CORAZON CON MANOS Q TENGO Q SI NO TE LAS DABA ¿COMO SE TE OCURRE TRATAR MAL A MI PENELOPE TU FUTURA AYUDANTE Y CUÑADA ESPOSA DE ESE PEAZO DE HOMBRE Q TIENES X HERMANO¿?¿?¿?¿? EEEE DI EE DI CONTESTA PITAGORIN Q NO TE MERECES NI EL APODO DEL GRAN PITAGORAS (AL Q COGI MANIA EN EL INSTI PERO ESO NO VIENE AL CASO AHORA) COMO TE ATREVESS A METERTE CON ELLA Y Q CLASE DE VENGANZA ES ESA TE CREES MU GUAY O Q HACIENDOLA EL CENTRO DE ATENCIOM?¿?¿? CUANDO SOLO UNICA Y EXCLUSIVAMENTE TE HA DICHO COMO MEJORAR LAAS COSAS PORQUE LOPS ES MU LISTA ELLA Y HAY Q HACERLA CASO LO UNICO BUENO ES Q ME QUEDO CON LA FORMA TAN PATETICA EN COMO SUPLICASTE A LAS ESPOSAS DE LOS DEL TRIBUNAL DE DOCTORADO Q SUS MARIDOS FUERAN BUENOS CONTIGO SI HUBIERA SIDO YO NO TE HUBIERA DADO EL DOCTORADO X LO IMBECIL SI HE DICHO IMBECIL AUNQ PUEDO DECIR ALGO MUUUCHO PEOR DE EL X COMO HAS TRATADO A LOPS MU MAL MU MAL ESPEERO Q EN EL FUTURO SEAS BUENO Y ROMPA ALGUNA LANZA Q OTRA A TU FAVOR XQ DE MOMENTO TIENES UN MENOS 1000 O MAS!!
    conclusion del capi (despues de haber soltado mi inquina y verborrea salvame de tertuliana en contra del mozo) me ha gustado mucho sobre todo saber los origenes de como llega a escribir la cronica y como consigue el doctorado el sr en fin quiero maaas y bueno bueno tambn estelar entrada de doble h jijij q ha sido apoteosica jaja y bueno ronnie x sus amigas mata como la esteban me he reido mucho en el momento casi pelea de ella con christian y como siempre mi willy willy como dios en todos lados jajaj

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    1. Madre... sí que te indignas tú... O.O
      Me alegro saber que te gustaron sus orígenes...
      Sí, el próximo ya es de la pareja y es mucho más corto...
      Y tu Willy como dios pero ¡anda que no queda nada para que aparezca en persona y como tal!

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    2. da lo mismo lo q falte yo aunq no venga a cuento te lo cuelo cual cuña radiofonica jajajaj y si me he indignado mucho xq la ha tratado muy mal muy mal a mi lops y eso no lo consiento yo q me pongo igual de chunga q la esteban y por lops ma-to jaja y si se q luego ellos dos anda bn x la cuenta q le trae a christian jiji pero si ya has visto mi indignacion con el toque de chunguismo jaja

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  3. Bien, me gusto el cap (nos gustó muahjahjaha ?) Comenzaré a leerte! ^^
    Y de paso te dejo mi invitación.
    Somos Revista OML. Un nuevo proyecto con intereses literarios y artísticos. Estamos buscando un staff de reportajes y corrección actualmente. Veo que escribes (y genial *w*) Qué te parece si te pasas y averiguas un poco? si te gusta participa!
    Y dilo, soy un desastre para la publicidad D:
    Saluditos, Ire

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    1. ¡Hola!
      Encantada de que te guste... =)
      Tu comentario me hizo mucha mucha ilusión.
      Muchas gracias

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  4. Ya veo como "nacio" Christina...

    Un saludo

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