lunes, 25 de febrero de 2013

Sinopsis Por un beso


Durante tres años el señor Adam Smith y la señorita Penélope Josephine Brunwick han mantenido encuentros y han trabado amistad en las bibliotecas de distintas familias aristocráticas londinenses  a espaldas de las mismas, con el riesgo que ello supone para sus reputaciones si son descubiertos.
Sin embargo, no están preocupados porque ninguno de los dos es realmente quien dice ser. Bajo esas falsas identidades se encuentran William Crawford, el duque de Silversword y uno de los solteros más codiciados por las mujeres casaderas, pese a su reputación de libertino y Penélope Storm, una de las solteronas menos populares de la sociedad.
Hasta ahí, todo razonable dentro de la excepcionalidad de sus circunstancias.
No obstante, en este año de 1818 todo está a punto de cambiar…
Porque 1818 será el año en que Penélope debe encontrar un marido sí o sí; tanto por la obligación y exigencia de su madre como la búsqueda de un candidato por parte de sus amigas. En otras palabras, sus encuentros deben llegar a su fin.
Sin embargo, la tímida y retraída Penélope carece de cualquier tipo de experiencia en asuntos de cortejo y seducción. Unos temas que no son muy comunes en los libros que siempre la acompañan. Y por ello, le pide ayuda al único amigo íntimo que tiene para que la instruya con un beso.
Un beso.
Un único beso.
Y el mundo de William Crawford queda patas arriba.
Porque ese beso que ambos compartieron le hace ser consciente de que está enamorado de Josephine y por tanto, no va a permitir que se case con otro que no sea él.
Con la única motivación de encontrarla reaparece en sociedad tras años evitando mostrarse en público.  
Pero las cosas no van a ser tan fáciles como a priori parecen para el duque pues en el camino hacia el corazón de Penélope deberá soportar toda serie de desafíos entre ellos: la intromisión de una madre que la menosprecia continuamente, unos amigos excesivamente sobreprotectores con ella y la aparición de un pretendiente napolitano.
Con tanto en su contra ¿Podrá William Crawford convencer a su escurridiza enamorada Penélope Storm acerca de sus sentimientos por ella? ¿Creerá ella que bastó un único beso para que se diese cuenta de que era la mujer de su vida? ¿Será finalmente 1818 el año en que contraiga matrimonio…y se convierta en la duquesa de Silversword?
¡Descúbrelo en Por un beso!

viernes, 22 de febrero de 2013

Anthony y Zhetta

Y como prometí, he aquí sí que sí la última entrada dedicada a la pareja formada por Anthony y Zhetta Harper; porque no lo puse en el libro pero se casan. Justo en el meandro del río, como Anthony se imagina cuando va a buscarla: y sí, Zhetta lleva puesta sus botas.
Lo primero de todo... si te has leído todas las entradas a modo de capítulos dedicadas a esta pareja
¡ENHORABUENA!
¡DATE UN FUERTE APLAUSO O UN BESO!
Porque acabas de leerte en versión facsímil a modo de capítulos ni más ni menos que la friolera de ¡240 páginas! Si si, como lo lees ¡240! 
Lo cual según mi experiencia anterior con la historia de Penélope podría considerarse una historia corta.... (aunque en realidad no lo es.
Y o por mi parte solo puedo dar las gracias y desear que os haya gustado leerla y que hayais pasado algún que otro buen rato mientras lo hacíais.
Si he conseguido sacaros una sonrisa, me conformo.

En realidad debo decir que estoy muy muy orgullosa de mí porque he cumplido uno de mis propósitos de Año Nuevo que consistía precisamente en eso: en concluir una de mis historias. 
Y cuando yo pensaba en esto me refería a las historias de Sarah Parker o de Verónica; pues son las que tenía y tengo más adelantadas. De ninguna de las maneras esperaba que fuera la de Anthony; porque para esas fechas el hombre apenas había salido un par de ocasiones en la historia de Ronnie y por tanto, apenas sabía nada de él pero ahí está.
He terminado la suya.
Y en un tiempo record además porque para ser la cantidad de páginas que son, están redactadas a PC en menos de un mes (ya que fue el 27 de enero cuando publiqué el primer capítulo)
En este sentido tengo que darle las gracias a mis "extrañas" amigas las musas por actuar de manera tan rápida y eficiente. 

Entrando en materia de qué fue lo que me motivo e inspiró a la hora de escribir esta historia.
- El primero de todos en intangible ya que lo que me motivó principalmente a la hora de escribir esta historia fue la risa. Me apetecía hacer una historia como contrapunto a la de Ronnie y Jeremy; que es mucho más drámatica (aunque también tiene sus momentos debo decir)
- El segundo fue el hallazgo de las imágenes del puente y del paisaje de Clun; que me enamoraron y me fascinaron. Luego descubrí al hombre Verde (de cuya imagen y apariencia me reí lo que no está escrito) y por último dexcubrí la cancioncilla que Anthony canta en el trayecto hacia el pueblo; la cual es perfectamente indicada porque en la actualidad el pueblo de Clun apenas alcanza los 700 habitantes.
- Y en cuanto a lo del collar eso lo tomé prestado de una mujer que ví por la calle; la cual llevaba una gruesa cadena de "plata" y con numerosas "piedras preciosas" y se lo enseñaba a sus amigas afirmando orgullosa que todo era auténtico cuando estaba claro que no.
Lo único bonito por ser original era el corazón blanco de nácar que estaba justo en el centro.
Esa misma noche me soñé con el primer encentro entre Zhetta y Anthony; cuando ella le da una patada al contenido de la bolsa que le había ayudado a recoger.
Inmediatamente después, vamos la noche siguiente, soñé con Anthony quejándose en la consulta del médico.
El resto es historia y ya la sabeis.


Y como viene siendo normal y tónica en mí, os voy a dejar aquí algunas de las canciones (que no todas) las cuales fueron las que más sonaron durante el tiempo en que estuve redactando por si tenéis interés, os pica la curiosidad y queréis escuchar algo de nueva música.

- Marina and The Diamonds: Oh no!
Esta es la canción de Zhetta y aunque en la mayor parte de la canción no tiene relación con ella, él estribillo es plenamente suyo (y el inicio con el ruido de golpes también). La letra del estribillo dice así en castellano; decidme vosotr@s si tengo razón o no al haberla escogido.


Sé exactamente lo que quiero y quién quiero ser
Sé exactamente por qué camino y hablo como una máquina

Ahora me estoy convirtiendo en mi propia profecía auto realizada
¡Oh, oh no, oh no, oh no!



- The Black Keys:  Lonely boy
Esta es la canción de Anthony y le describe a la perfección. No solo por la traducción del título; que significa  Chico Solitario sino en buena parte de la letra. Comprobadlo vosotras mismas aquí; texto
- Eve Goodman: Dacw 'Nghariad
A falta de una grabación con la cancioncilla de Anthony del carruaje, no me quedó más remedio que poner alguna canción típica galesa y de su folclore. Gracias a Dios que conocía algo de ella y sobre todo a esta gran cantante. De esta canción pienso que es muy buena para ayudar a imaginarse a Anthony cuando ve por primera vez Clun después de mucho mucho tiempo...
PD: Parezco una profestisa porque recién descubrí que el título en inglés significa Aquí está mi amor O.O
- Owl city: Metrópolis
Esta es la canción que se me venía y resonaba en mi cabeza cada vez que Anthony repetía eso de que era el jefe de los 8 de Bow Street. Además que cuando presté atención a la letra descubrí que sí que podía aplicarla (además de que lo daba todo porque es muy movida =) 
- No doubt: Looking hot
Cierto. Es una canción super reciente pero... es la que estaba escuchando cuando me encontré a la señora del collar mientras caminaba por la calle. Otro punto a su favor es que me chiflan los No Doubt y me parecía muy conveniente incluirla porque su título significa ¿Crees que estoy buen@? Lo cual es perfectamente comprensible en la escena de incredulidad de Anthony cuando Zhetta le dice que es guapo y también cuando ella descubre que le gusta de verdad.
- Pink: True love
Esta es la canción de la historia de amor de esta pareja.
No solo porque Pink me parezca una gran cantante y compositora (que también) y porque esta canción sea la que más me guste de su último disco sino porque en mi opinión si prestais atención a la letra descubrireis los numerosos puntos en común con lo que les ocurre a ellos durante el libro.
- Pigyn Clus: Borth/Hoffedd Menna
La canción que Anthony baila durante el festival de mayo.
¡A mover los pies se ha dicho!
- Gary Go: Open arms
Canción que se repetía incansablemente en mi reproductor en los últimos capítulos, sobre todo en el último, cuando se produce el brusco cambio de actitud en Anthony.
- The Lylas: Come back
La escogí porque esta canción se lanzó exactamente el mismo día en que comencé a publicar la historia en el blog. Además que tras escucharla inmediatamente se convirtió en una de mis preferidas recientes y la escuché sobre todo en la escena final.

Eso es todo por mi parte en lo referente a esta pareja; la cual no puedo asegurar que no puedan volver a hacer apariciones especiales en otras historias ya que aún quedan dos hermanos Harper en interrogantes sobre los que escribir historias. Así que nunca se sabe...
Ahora es vuestro turno.
Aunque ya he ido viendo los comentarios que me habíais dejado a medida que publicaba sí que me gustará ver, tener y leer nuevos comentarios y opiniones acerca del conjunto global de la historia; para bien o para mal ya que me vienen muy bien a la hora de mejorar ante otras posibles y futuras narraciones.

¡MUCHAS GRACIAS!
PD: ¡Se me olvidaba!
¡Tengo dos anuncios importantes que hacer!
1. A partir de ahora continuaré con la historia de Jeremy y Verónica así que recomendaría encarecidamente un repaso y relectura del capítulo 2 pues fue el último que colgué.
2. Hoy he enviado a un concurso la historia de Penélope y William... A ver qué tal...
¿Os imagináis que no gano pero aún así gusto y me publican? Me meo...

Me robaste el corazón Capítulo 17 Final


Londres
Un mes después
Insoportable.
Según el diccionario el adjetivo insoportable significa: que no se puede soportar en su primera acepción y muy molesto, incómodo y enfadoso en la segunda.
En el contexto donde se ambienta esta historia la palabra insoportable puede aplicarse a tres situaciones distintas:
1.      Insoportable eran las altas temperaturas (demasiado altas para esa época del año) en junio; las cuales debido a que estaban provocadas por una ola de calor húmeda no provocaban muchas ganas de movimientos o salidas fuera de los distintos hogares londinenses.
2.      Insoportable relacionado con los hogares londinenses era el ambiente que se respiraba en el interior de la casa Harper; sita en el céntrico y lujoso barrio del May Fair londinense.
En este sentido, es importante aclarar que en un principio la palabra que podía haber descrito el ambiente del lugar bien podría haber sido silencioso porque un silencio sepulcral cual abadía abandonada se instaló en la mansión Harper debido principalmente a que aquellas dos personas con las que Jospeh solía entablar conversaciones mucho más a menudo (Edward junior siempre estaba fuera de combate en sus horarios) habían decidido cumplir un voto de silencio.
Al menos así había sido…hasta el día en que chocaron (literalmente) de manera inesperada para ambos. Desde ese momento, la palabra definitoria cambió y se convirtió en insoportable. De hecho, tan tenso era el ambiente allí que provocó la marcha de algunos de sus residentes habituales; o bien, el intento de hacerlo.
Era insoportable porque padre e hijo mayor tenían una conversación pendiente y aún pasado un mes, no habían cruzado palabra acerca de ello. Lo cual no quería decir que no se gritaran, se echaran en cara traumas y motivos bastante alejados y transcurridos en el tiempo o se insultaran; al contrario, era un hecho muy habitual.
Pero nada acerca del tema raíz y candente.
 Esto último sucedía; o mejor dicho, no sucedía debido sin duda a la negativa más total y rotunda del hijo, ya que en numerosas ocasiones lord Harper intentó acercarse a él para charlar y aclararlo todo de forma larga y tendida pero Anthony Brave; quien debería cambiar su segundo nombre a Stubborn (testarudo) se negaba en rotundo a concederle una mínima oportunidad.
Era tal la negatividad de esa casa que Joseph se vio obligado a marcharse hasta que le pusieran fin a la situación; no obstante, no le quedó más remedio que regresar desde la casa de su hermano Henry al hogar familiar imitando al hijo pródigo cuando fue consciente que debía levantarse al menos dos horas y media más temprano que en su horario habitual si quería llegar con tiempo al trabajo del que era editor.
La misma idea rondó por la mente de Edward Júnior. Sin embargo, en esta segunda ocasión ni siquiera llegó a plantearse el llevarla a cabo. Especialmente cuando el propio Edward fue consciente de que debido a su peculiar y particular modo de vida (todo fiestas) los hermanos que vivían fuera de la residencia Harper iban a negarse en rotundo a acogerles con ellos.
Por mucho que él les insistiese acerca de que era un borracho muy tranquilo y de que su rutina diaria consistía en dormir, levantarse de resaca aunque era simpático en ese estado, comer y salir de fiesta con sus amigos.
Sabía que no iban a creerle.
Por eso, se quedó en la mansión Harper y aguantó el chaparrón.
3.      La tercera y última aplicación real y efectiva de la palabra insoportable se cernía única y exclusivamente en torno a la figura de Anthony.
Un Anthony, quien como prometió y hombre fiel a su palabra lo primero que hizo al instalarse en Londres fue afeitarse y cortarse el pelo, recuperando su estilo anterior para desprenderse cuanto antes el ambiente y la apariencia rural.
Por mucho que su decisión desilusionase y decepcionada a todos su conocidos; quienes coincidían en que la favorecía mucho el pelo y la incipiente barba que se había dejado al estar en Clun. Pero él desoyó todos los consejos y opiniones e hizo lo que a él le pareció mejor.
Al principio, cuando ya había pasado poco más de una semana desde su regreso a Londres, Anthony achacó su mal humor a la falta de sueño y de descanso; aunque nunca le hubiera sucedido anteriormente pues se adaptaba perfectamente a nuevos lugares donde dormir. Claro que nunca antes había dormido en una cama con la que su familia tenía en la casa de Clun, tan grande, cómoda y confortable.
Obviamente, la echaba de menos y su cuerpo la extrañaba porque sino no podía explicarse que se despertara tarde y llegara con retraso a las oficinas de los ocho de Bow Street, además de que en su trabajo estuviera distraído, decaído, cansado y tremendamente aburrido.
Su hermano Henry le había dicho en numerosas ocasiones que un buen descanso es lo más importante para el cuerpo. Él se había mostrado escéptico ante su planteamiento hasta ese momento. Llegó a estar tan afectado por la ausencia de cama que incluso fue amonestado frente a sus compañeros.
¡Él!
¡La eficiencia personalizada!
No lo podía consentir.
De ninguna manera,
Afortunadamente la situación tenía una muy fácil solución: debía hacer traer de regreso desde Clun esa cama y todos sus problemas quedarían resueltos. Estuvo muy decidido a traerla. Hasta que fue y consciente de algunas de las cosas que habían sucedido en esa cama y sobre todo que él no había sido la única persona que había dormido allí.
También lo había hecho Zhetta Caerphilly.
Y por mucho que aireasen o lavasen las sábanas, él sería plenamente consciente y recordaría continuamente este hecho así que no, de ninguna manera.
Así tuviera que sufrir un episodio de agotamiento total, la cama se quedaría en Clun con Zhetta y todos sus mentirosos y traicioneros habitantes.
Sin embargo, descartó la culpabilidad (al menos en exclusiva) de la falta de la cama cuando nuevamente fue amonestado en Bow Street en el transcurso de un par de semanas.
En este caso por violencia injustificada.
A Anthony no dejaba de resultarle sorprendente a la par que indignante que tuviera que presentarse personalmente en el palacio del rey por este motivo. Sobre todo en esta segunda ocasión ya que, la violencia siempre se había utilizado como método de disuasión para detener la violencia y la delincuencia. Así que no entendía a santo de qué venía tanto alarmismo y quejas de parte de sus compañeros.
Unos compañeros a los que no miraba de la misma manera desde que se habían transformado en viejas cotillas en lo referente a su persona y  a los que pensaba amonestar y castigar de alguna manera por la facilidad que tenía para irse de la lengua. Al hilo de este asunto se encargaría personalmente de recordarles que la acción que acababan de cometer no una, sino dos veces era un grave acto de insubordinación hacia su persona y su autoridad, dado que él era el jefe.
Además de que tampoco había tan fuerte y grave el modo en el que había golpeado al ladrón. Y en el caso de que así hubiera sido, su actuación tenía una explicación perfectamente comprensible; al menos para él.
Concatenación de hechos.
Para empezar el delito había tenido lugar en Saint James; un parque. Parque con demasiada vegetación gracias a que sus árboles habían desarrollado todas las hijas y los matorrales y flores habían hecho lo mismo dándole la mejor apariencia posible y otorgándole un estado de máximo esplendor.
Máximo esplendor que le recordaba mucho al estado que Clun tenía antes de marcharse de forma precipitada de allí.
Segundo dato a tener en cuenta: la hora a la que se había producido; después de comer. Y sobre todo, en qué había consistido la comida en casa de su hermana Rosamund, desconocía si a propósito o no: un guiso exquisito. Sin embargo, no lo pudo degustar y saborear como le habría gustado debido al ingrediente principal que lo componía y que no era otro que cordero.
Cordero.
Ingrediente y alimento básico en la gastronomía de Gales y sobre todo de… Clun.
Nuevamente Clun.
Ese dato ya le hizo salir de mal humor de Savile Row pero si además le sumó el tercer hecho irritante del día… e resultó fue explosivo y nunca mejor dicho para su habitual tranquilo y relajado carácter.
Un tercer dato que no fue otro que el tipo de delito que se estaba cometiendo en Saint James Park mientras estaba caminando tranquilamente por él y que no era otro que un intento de robo de un colgante a una señora tras forcejear con ella.
Intento de robo.
Colgante.
Forcejeo con señora.
Demasiadas coincidencias.
¿A qué le recordó eso al instante?
Clun.
Inmediatamente se retrotrajo, asoció imágenes  y actuó en consecuencia descargando con el pobre hombre toda la furia acumulada desde ese día y sobre todo la acumulada contra sí mismo por ser incapaz de dejar de pensar y recordar en Clun, sus gentes y su gastronomía. En definitiva por no admitir públicamente que echaba de menos no estar allí.
No obstante, no lo reconocería porque de ninguna de las maneras podía echarlo de menos.
No cuando había vivido un momento tan humillante como el que allí le ocurrió.
-          ¡Anthony! – gritó su padre pese a que lo estaba esperando en el recibidor.
“Parece que el día no hace sino mejorar” pensó irónico.
-          ¿Qué demonios significa esto de violencia injustificada y amonestaciones repetidas? – exigió saber bastante enfadado mostrándole el documento informativo.
-          Significa lo que ahí pone padre  - le respondió. - ¿Es que has perdido la capacidad de entendimiento? – le preguntó altivo.
-          No – le respondió él. – Es que me niego a creer lo que estas palabras ponen acerca de mi hijo mayor, el hasta hoy orgulloso de su trabajo jefe de los ocho de Bow Street – explicó.
Anthony le quitó el documento a su padre para leerlo por sí mismo y descubrió no sin cierta sorpresa que no se había redactado en palacio sino que era y estaba escrito de puño y letra de Thompson, su subordinado, aunque antes fue predecesor en su carg de los ocho de Bow Street.
-          La próxima vez le diré a Thompson que maquille un poco las cosas para no preocuparte tanto – le dijo, devolviéndole el papel con aparente tranquilidad cuando por dentro bramaba y sus ganas de cometer una acción impulsiva y dolorosa contra Thompson por tomarse tantas libertades y confianzas con su padre a su espalda aumentaban por segundo.
-          Bueno vale, ¡ya está bien! – exclamó lord Hrper arrugando el papel y tirándolo al suelo. – No voy a tolerar esto ni un momento más – añadió, señalándole con el dedo. – Vamos a hablar – le anunció. – Y lo haremos ¡ahora! – concluyó, antes de agarrar a su hijo mayor de la oreja, comenzar a tirar de la misma y echar a andar.
-          ¡Au! - chilló Anthony de dolor. - ¡Au! – volvió a gritar para hacérselo ver a su padre. - ¡Au! – dijo una tercera vez. - ¡Papá! – se quejó.  - ¡Suéltame! – protestó. – Suéltame – repitió con tono de advertencia. - ¡No soy un niño pequeño! – consiguió exclamar tras soltarse.
-          ¿En serio? – le preguntó irónico aunque soltándose. – Permíteme que lo dude a tenor de las circunstancias – añadió, antes de preguntarle a su hijo – Qué es lo que te pasa – exigió saber.
-          Ahora mismo que acabo de quedarme sin oreja – le explicó mordaz mientras se la frotaba y se quejaba en silencio del dolor.
-          Sabes perfectamente que no me refiero a eso – le advirtió. – Me refiero a ti, a tu vida, a tu comportamiento de ahora ¿es que quieres que te echen de Bow Street? – le preguntó.
-          No van a echarme de Bow Street por estas pequeñas tonterías – replicó su hijo.
-          ¿Seguro? – le preguntó. - ¿Debo recordarte que yo fui uno de los encargados de redactar las leyes que regían el comportamiento de los integrantes en 1749? – le preguntó.  – Me decepcionarías mucho si te echaran de allí – le dijo. – Y no solo por mí, sino por ti porque te has dedicado y centrado tanto en tu trabajo que no sabes hacer nada más – añadió, lamentándose.
-          ¿Qué no sé hacer nada más? – le preguntó antes de bufar,  echarse a reír y cruzándose de brazos. – Para tu información viejo ignorante sé hacer otras muchas cosas – añadió. – Cosas como construir una porqueriza, amasar pan, cultivar frutas y hortalizas y tengo nociones de jardinería – le explicó, bastante orgullosos de sí mismo.
-          ¿Dónde aprendiste a hacer todo eso? – preguntó lord Harper fingiendo ignorancia. - ¿En Clun? – quiso saber.
-          Sí – dijo, con un brusco asentimiento de cabeza que a punto estuvo de descoyuntarle el cuello.
-          Una lástima que no puedas volver allí para dedicarte a alguna de sus acciones – replicó, mordaz.
-          ¡Y todo es por tu culpa! – gritó enfadado y acusándole con el dedo, sintiéndose repentinamente aliviado por poderle decir una parte de lo que pensaba a su padre tras habérselo guardado durante un mes.
-          ¡Ya te he pedido disculpas antes Anthony! – rebatió su padre en el mismo de tono de voz que su hijo. – Te lo dije antes Anthony y te lo vuelvo a decir ahora si es necesario lo siento hijo – añadió. – Lo siento de veras – repitió, apesadumbrado y agachando la cabeza a la espera del perdón de su hijo.
-          Un poco tarde para eso me temo – añadió, cruzándose de brazos.
-          ¿Sabes? – le preguntó. – Eres tan testarudo como yo – le dijo, con una medio sonrisa enigmática en el rostro.
-          ¿Quieres que también te dé las gracias por tan agradable herencia? – le preguntó, con ironía.
-          Lo cual viene a refutar exactamente el motivo por el cual decidí inventarme la historia del collar – le explicó, creando desconcierto en Anthony -. Voy a contarte una historia – le dijo, tras un hondo suspiro.
-          ¿Va a ser larga o crees que la soportaré de pie? – preguntó Anthony cansado.
-          Como quieras hijo – le dijo, harto del comportamiento de su hijo. Anthony decidió sentarse finalmente. – Cuando tenía tu edad e incluso bastante más joven era exactamente igual de arrogante, prepotente, cerrado y solitario que tú. La única diferencia entre nosotros es que tú estás obnubilado por tu trabajo y yo me asemejo más a Júnior en cuanto a ocupaciones vitales. Por eso mi padre decidió darme un escarmiento y me ordenó en contra de mi voluntad que me hiciera cargo y tomara contacto con las propiedades del marquesado de Harper ¿te suena de algo? – le preguntó a su hijo, de repente mucho más interesado en la historia que al principio, terriblemente apático.  – Así que allí me vi, en Clun el pequeño pueblo más alejado de la civilización de todos en cuanto había estado antes sin conocer a nadie y viviendo incluso lejos del propio diminuto pueblo. Como podrás entender no me hizo mucha gracia. Además debido a mi actitud no caí especialmente bien entre las gentes de allí pues como sabes suelen ser bastante abiertos y especialmente francos – explicó. – Creí que mi vida iba a ser un infierno y el mayor de los aburrimientos porque encima el alcohol que sirven en The Buffalo es peor incluso que el de Brook’s aquí –
-          Lo sé papá – dijo, con una sonrisa en los labios recordando que el whisky que allí servían tenía el sabor más parecido al veneno para ratas de todos los licores que se había bebido (obligado o no)  durante su vida.
-          Cuando la vi – explicó a su hijo. – La pequeña criatura más descarada y bella de todas las que había visto en mi vida hasta entonces – añadió. Y Anthony instó a su padre a que continuara hablando, pues quería saber con qué tipo de animal al que había tomado tanto cariño (pues así se reflejaba en su mirada) se había tomado. – Tu madre – concluyó.
-          ¿Mamá? –preguntó completamente boquiabierto.
-          Tu madre – repitió él. – Había visto y conocido a una infinifdad de mujeres pero ninguna de ellos me causó tan impacto como ella vestida mezclando vestuario femenino y masculino y con su particular manera de caminar, indiferente a lo que el mundo pensara de ella – añadió y Anthony rememoró al instante una imagen de su madre ya adulta caminando exactamente a como acababan de describirla. – Yo me enamoré al instante – reconoció, para nada avergonzado. – Sin embargo, no puedo decir que fuera recíproco porque ella manifestó en numerosas ocasiones su animadversión hacia mí con gestos, palabras y hechos – le aseguró. – Aún así acabamos por hacernos amigos y cuando me llegó una carta de mi padre donde exigía mi regreso y la vuelta a Londres ahí fue realmente cuando me di cuenta de que no quería estar en ningún otro lugar si tu madre no estaba junto a mí. Y por ello, le pedí que se casara conmigo – explicó.
-          Y ella aceptó – aseguró Anthony.
-          Para mi sorpresa sí porque no estaba nada seguro de sus sentimientos hacia mí ya que solo habíamos compartido un beso tras el cual no salí muy bien parado todo sea dicho –
-          ¿Con un solo beso ella se dio cuenta de que eras el hombre de su vida? – preguntó un enormemente sorprendido Anthony quien rememoró instantáneamente sus besos y apasionados encuentros con Zhetta, suspirando inevitablemente.
Un momento.
Zhetta.
Ahí estaba.
Su padre lo había vuelto a intentar otra vez.
“Te pillé papá” pensó, feliz.
-          ¿Toda esta historieta es para decirme que me estoy equivocando al rechazar a Zhetta? – le preguntó, escéptico.
-          No hijo – dijo él. – De hecho, Zhetta y tu madre son bien distintas. Tu madre tenía unos orígenes mucho más elevados que ella al ser la hija del banquero de Clun y Zhetta es mucho más descarada, independiente, franca y capaz que ella – explicó. – Por eso me pareció la persona idónea dada la situación en que te hallabas cuando la conocí. Ella sería capaz de bajarte los humos, de que fueras mucho más consciente de las realidades que hay a tu alrededor además de la tuya propia y de que te olvidaras en parte de tu trabajo como jefe de los ocho de Bow Street aprendiendo a realizar otras actividades mucho más relajadas en las que el trabajo no fuera tan solitario – explicó. –Lo del robo del collar fue idea de la señora Biggle – juró. – Se obsesionó con la idea de la buena pareja que haríais tras veros llegar juntos al pueblo aquel primer día en que nos conociste a todos. Se puso pesada con la idea, sabía lo de tu caso con Sthealthy Owl, sumó dos más dos y… bueno, el resto ya lo sabes – dijo, poniéndose. – Aunque en realidad ese no era el final que habíamos pensado para la historia –recordó, mientras se rascaba la cabeza. – En nuestro plan, yo salía corriendo desde el puente y me perseguíais hasta casa del sacerdote; lugar donde iba a esconder el collar para que él fuese declarado culpable – concluyó.
-            De ahí los comentarios tan ofensivos acerca de la alcaldesa cuando le pregunté – concluyó Anthony.
Lord Harper asintió mientras le decía que el sacerdote era el único habitante de Clun cómplice, quien además se ofreció voluntario a sabiendas de que saldría indemne
-          Pero subestimamos a Zhetta y todo se fue al traste – se lamentó lord Harper.
-          Es que Zhetta es mucha Zhetta – respondió Anthony sonriendo al recordar algunos de los momentos que había protagonizado frente a él, como cuando le  escupió el contenido de la cena en la cara en casa de los Biggle. – Es Zhettanieves – explicó. “Y yo la amo” pensó.
-          Sé que no fue la mejor manera de intentar subirte el ánimo hijo y lo siento de veras pero espero que algún día te des cuenta de que lo hice por tu bien, que recuerdes cómo eras y te comportabas en Clun y lo recuperes para tu vida habitual y solo entonces, puedas perdonarme – explicó, encaminándose hacia la puerta. – No volveré a ser pesado con este tema ni volveré a molestarte, tranquilo – concluyó.
-          Papá – le llamó él, provocando que se girase y entrara de nuevo en la habitación. – A veces las lecciones más útiles y provechosas son las que menos nos gustan y más nos cuesta admitir – añadió. – Te perdono – añadió. – Pero es más, creo que debo darte las gracias yo a ti por tan valioso escarmiento y sobre todo, pedirte perdón por mi impropio comportamiento y desvergonzada actitud para con todos vosotros desde hace un mes – Lo siento – se disculpó. – Lo siento de veras – recalcó.
-          Soy tu padre Anthony – dijo, quitándole importancia a la situación. – Y un padre sabe cuando se dicen las cosas con sentimiento – añadió, antes de fundirse ambos en un abrazo lleno de perdón y sentimiento.
Desde ese día un nuevo Anthony salió a la luz.
En realidad no era un nuevo Anthony, era el Anthony de Clun; cercano, amable y en ocasiones hasta simpático.
Por eso, este mismo Anthony lo primero que hizo (aparte de darse cuenta del error tan grande y estúpido que había cometido al cortarse el pelo y afeitarse pues aunque no lo reconociese ante los demás a él también le gustaba mucho más su look anterior. Razón por la cual decidió recuperarlo y no volver a cortarse el pelo) fue ir a disculparse uno a uno con sus hermanos; así lo hizo en casa de Rosamund, donde se ofreció a cuidar de propia voluntad a sus sobrinos para que su hermana y su cuñado disfrutaran de una velada romántica y a solas y donde descubrió que no se le daban tan mal los niños como creía a base de la práctica adquirida en Clun, también lo hizo en casa de Henry, donde fue el encargado de preparar la cena y de llevar el pan que él mismo amasó; dejándolos boquiabiertos con tal revelación e incluso salió una noche de juerga con su hermano pequeño Júnior rompiendo todas sus reglas y tabúes preestablecidos acerca de este tipo de modo de vida para mostrarle su perdón y arrepentimiento de esta manera.
Sin embargo, la noche no acabó tan bien para él como creyó en un principio pues se pilló una buena borrachera y terminó por vomitar en plena calle mientras su hermano le sujetaba la cabeza sin dejar de llorar y lamentarse amargamente porque echaba mucho de menos a Zhetta.
Ahí fue realmente consciente durante todo este tiempo por primera vez acerca de la fuerza de sus sentimientos por ella y sobre todo, de que no quería perderla.
No obstante, esa noche y desde luego no al día siguiente (debido a una más que segura monumental resaca, la primera en sus treinta y cinco años de vida) no iría a decírselo. Además de que primero debía pedirle también a Joseph, su gemelo y el hermano más esquivo a la hora de pillarle y aclarar las cosas.
Lo que Anthony no sabía era que Joseph le huía y se escondía de él a propósito. Por esto, pasaba el menor tiempo posible en su casa a fin de evitar la tormenta allí desatada. Incluso había optado por la medida desesperada de quedarse a dormir en la iglesia abandonada desde donde editaba el periódico The Chronichle. Pero aún así, había varias acciones al día que requerían forzosamente su presencia y visita a la casa Harper: una era comer y alimentarse; acción diaria en la que algunas zonas de su cuerpo corrían serio peligro de sufrir daños graves debido a la vertiginosa velocidad con la que ingería (que no degustaba o saboreaba) alimentosa fin de que su presencia no fuera descubierta allí.
La segunda de dichas actividades bien podía no hacerse a diario pero requería una presencia y un lapso de tiempo más largo en su casa y por tanto,  un aumento de posibilidades de ser descubierto.
Así fue de hecho como Anthony consiguió dar con Joseph.
-          Joseph – le llamó desde lejos al verlo entrar en su casa.
El aludido se encogió de hombros y con cara de horror se giró para identificar de dónde provenía la voz que lo llamaba y sobre todo, para confirmar de que su mente se equivocaba y ésta no pertenecía a quien él creía.
-          Joseph – volvió a llamarle Anthony y éste se puso tan nervioso que se tropezó mientras subía las escaleras de acceso a su casa y a punto estuvo de caerse.
-          ¡Joseph! – exclamó Anthony, materializado a su lado e impidiendo que se cayera. - ¿No me has oído? – le preguntó, extrañado.
-          ¿No ha sido evidente? – le preguntó él. – Te estaba ignorando –le explicó.
-          ¿Por qué? – le preguntó él sin comprender aunque algo enfadado.
-          ¿En serio me lo preguntas? – le replicó él mordaz. - ¿Por qué crees que será? – se preguntó.
-          Hemos hecho las paces – le informó.
-          ¿En serio? – preguntó arqueando las cejas. - ¡Gracias a Dios! – exclamó bastante aliviado e inmensamente feliz ante la perspectiva de que esa noche podría volver a dormir en su cama y de que por tanto, se acabarían los dolores de espalda. - ¿Cuándo? – quiso saber con exactitud para conocer el tiempo exacto en que había estado haciendo el tonto.
-          Tres días – le informó él. – Pero aún así podrías haber vivido aquí igualmente. Papá se ha ido a Clun a organizar la boda – le explicó.
-          ¡Genial! – se lamentó Joseph de su estupidez mientras se sentaba en las escaleras seguido de su hermano.
-          ¿Vas a ir a la boda? – le preguntó, mirándole directamente a la cara.
-          Rotundamente no – le respondió él, negándolo además de manera vehemente con la cabeza. – La promesa – le recordó.
-          Cobarde – le acusó él mientras sonreía.
-          ¿Sabes Joseph? – le preguntó. – De todos los Harper, eres el único al que no sé qué hacer para compensarte por mi mal comportamiento y conseguir tu perdón – le explicó, avergonzado.
-          ¡Mi perdón ya lo tienes Anthony! – exclamó él, pensando que la última frase de su hermano había sido una chorrada. –Pero ahora que lo dices sí que hay una cosa que puedes hacer por mí para compensarme – añadió, pensativo.
-          ¿Cuál? - preguntó él, lleno de ilusión y mirándole sonriente porque finalmente iba a poder hacer una actividad compensatoria y no tendría jamás un sentimiento de falta y de deuda contraída con su gemelo.
-          Ir a la boda de nuestro padre – le explicó. Anthony se exasperó y le sacó la lengua. - ¿Qué? – le preguntó él fingiendo inocencia. – Eres su primogénito y el futuro heredero del marquesado además de que conoces a la gente de allí, yo creo que es perfectamente comprensible y obligatoria tu asistencia a la boda – añadió. – Eso por no hablar de que a papá realmente le gustaría que estuvieras presente – concluyó a modo de reproche.
-          Pero es que… no puedo – le explicó.
-          ¿Por qué?-preguntó confuso. – Y no me digas que por tu promesa porque está claro que fue un juramento en vano – le advirtió.  Entonces le miró y lo comprendió todo: - ¡Oh! – dijo con una exclamación ahogada. – Es por la chica esa – añadió.
-          Zhetta –le corrigió, inmediatamente Anthony.
-          Así que todo se resume al miedo de encontrarte con ella y a su reacción – concluyó.
-          ¿Miedo? –preguntó Anthony enarcando una ceja. - ¡Yo no tengo miedo de verla! – exclamó, negando vehemente. – Estaría más que encantado de volver a verla, no solo una vez más sino todos los días de mi vida – le aseguró con vehemencia.
-          ¿Y entonces? – inquirió sin entender.
Anthony suspiró.
-          El problema es que no sé si ella me va a perdonar por las acusaciones y palabras que le dije porque es terca como su burra Beeps y yo no podría soportar su rechazo e ignorancia porque la quiero y estoy completamente enamorado de ella Joseph – dijo. – Y si ella me dice que no, yo… yo… - añadió, titubeante. - ¿Sabes? – le preguntó. – El motivo real por el que os hice ir a Clun ese día era presentárosla oficialmente y pedirle que se casara conmigo delate de vosotros – le explicó.
-          Alto, alto, alto – dijo Joseph mientras asimilaba el torrente de información. - ¿Acabas de decirme que la quieres y que pensabas casarte con ella? – le preguntó, incrédulo.  Acto seguido le dio una fuerte y sonora colleja: - Entonces ¿qué estás haciendo aquí con este horrible calor veraniego londinense cuando podrías estar disfrutando de la fresquita casa rural familiar junto a la mujer que amas? – le preguntó. - ¿Eres idiota o qué te pasa? – añadió, enfadado.
-          Pero y si… - titubeó.
-          ¿Se te ha ocurrido preguntarle a ella por tus sentimientos hacia ti, señor detective inteligente? – le preguntó, enfadado ya del todo y con mucha ironía en sus últimas palabras.
-          No – reconoció él, siendo consciente de este hecho por primera vez. – Pero es obvio que va a decirme que no después de cómo la traté – añadió, abatido.
-          ¿Desde cuándo eres tan cobardica? – le acusó, indignado. - ¿Ni siquiera vas a atreverte a intentarlo? – añadió, alucinando. - ¡Dios! – exclamó poniéndose en pie. – Creía que jamás en mi vida pronunciaría estas palabras pero Anthony, me das vergüenza – le dijo. - ¿Dónde está el hombre que arriesgaba su vida y se exponía a recibir tiros por defender a desconocidos? – se preguntó de manera retórica mirando al cielo. – Por favor, de que regrese me avisas porque me encantaría hablar con él y que me presentara a mi cuñada Zhetta – concluyó, entrando en su casa.
Anthony no podía dormir bien esa noche y por eso se dedicaba a caminar de un lado a otro de la habitación a fin de agotarse hasta caer rendido.
Quizás era el calor.
Quizás era la incomodidad de su cama.
Quizás eran las palabras de Joseph que se repetían y resonaban continuamente en su mente.
Puede que las tres cosas, no sabía muy bien.
Pero el hecho era que no podía dormir.
¿Tenía razón y se había vuelto un cobardica?
Si lo había hecho, eso no iba nada con su personalidad.
“Nunca lo sabrás si no lo intentas” se dijo mientras se miraba en el pequeño espejo redondo que tenía en su habitación y le costó reconocer la imagen que éste le devolvía, especialmente por la expresión y las marcadas ojeras en su rostro.
-          Lo haré – dijo.  - ¡Mi culo que lo haré! – exclamó, mientras salía corriendo escaleras hacia la salida mientras se vestía por el camino.
-          ¿Anthony? – preguntó, Joseph sorprendido al encontrarle despierto a esas horas de la madrugada, sabiendo de sobra que al día siguiente tenía que madrugar. Y añadió, al ver la velocidad con la que se dirigía a su puerta sin molestarse en responderle:
-          Sé que te lo dirán todos de que se enteren de la noticia pero ¡me pido ser el padrino de tu boda y del primero de tus hijos! – le gritó. – Si no ¡jamás te perdonaré! – añadió.
Anthony se detuvo en la puerta solo el tiempo justo para girarse hacia su hermano y asentir con una sonrisa cómplice mientras pensaba si no había estado equivocado acerca de la inexistencia de la conexión gemelar entre ambos. Porque él acaba de ser testigo ahora mismo de una.
Había un motivo muy poderoso por el cual Anthony había salido a tan intempestivas horas (no estaba muy seguro de la hora exacta dado que no se había detenido a mirar el reloj mientras salía pero por lo cerrada de la noche era bien entrada la medianoche) y ese era el tiempo que tardaría en llegar a Clun desde Londres. Un gran lapso de tiempo en su opinión aunque llevara el caballo más ligero y veloz de todos los que su familia tenía; como había sido el caso. Aún así, era demasiado en su opinión.
Además de que quería por otra parte estar allí cuanto más temprano fuera posible. Incluso si se apuraba la despertaría.
No quería perder ni desperdiciar más tiempo estando lejos y separado de ella pues por su cobardía estupidez y cabezonería extremas ya habían estado demasiado separados. Su mente hervía y su cuerpo temblaba de felicidad ante la mera idea de que Zhetta iba convertirse en su esposa en muy breve espacio de tiempo.
Azuzó al caballo en la entrada del pueblo y de un salto se bajó del mismo para aporrear impaciente la puerta de la casa de sus vecina.
Se extraño y se preocupó de que no le abriera nadie. Pero más extrañeza le causó no recibir réplicas de ningún ruido animal, cuando Zhetta tenía una extensa representación de ese reino.
Con muy malos presagios y pensamientos cruzando por su mente, volvió a montarse en el caballo y se dirigió al centro del pueblo mientras intentaba serenarse con el pensamiento consolador siguiente:
“No sabes la hora exacta que es porque no has traído reloj pero a lo mejor está en el pueblo comprando o ayudando en la realización de cualquier trabajo”
Desde luego que no estaba muy convencido de este argumento; máxime cuando miraba el cielo y se dio cuenta de que apenas acababa de amanecer pero no le quedaba de otra. Debía confiar y creer en que esa era la opción correcta.
Anthony no supo quién se sorprendió más al levantar la mirada y descubrirlo; si Marcus Dormer o él.
“¿Ya ha regresado de Gretna Green?” se preguntó sorprendido.
Sin embargo, no había tiempo para sus habituales elucubraciones de otro tiempo.
Debía encontrar a Zhetta
Y de repente se le ocurrió la posibilidad de que como eran amigos él sabría donde podría estar.
-          Marcus – le saludó.
-          Anthony – le devolvió el saludo claramente hostil. “Lo sabe” pensó.
-          ¿Qué haces aquí? – le preguntó. – Te hacía en Escocia – explicó.
-          Regresamos al cabo de una semana como casados – respondió él cortante. – Su madre la quería aquí para la boda – añadió. - ¿Tú? – le preguntó. – Te hacía en Londres, de donde no pensabas regresar – añadió.
“Lo sabe todo” se lamentó Anthony.
-          Zhetta – le respondió.
-          ¿Vienes por Zhetta? – le preguntó sorprendido. - ¿Hoy? – preguntó con los ojos desorbitados antes de reír y hacer aspavientos con las manos. – Pues lo vas a tener un poco complicado – añadió de manera enigmática y preocupando a Anthony.
-          Sobre todo porque no sé donde se encuentra – le replicó él. - ¿Tú lo sabes? – le preguntó.
-          ¿Por qué habría de decírtelo? – le preguntó desafiante. – Ella es mi amiga, la hiciste daño y la insultaste y sobre todo, te fuiste de la lengua con el asunto de la fuga – le acusó.
Anthony se bajó del caballo de un salto, en dos zancadas se plantó frente a él, le agarrño con fuerza por las solapas de su chaqueta de verano, y le elevó y le arrinconó de un golpe contra la pared mientras le dijo, siseante y amenazante:
-          Porque como no lo has lo lamentarás mucho –
-          ¿Puedo tener la exclusiva de la noticia de vuestra boda? – le preguntó costándole trabajo respirar y tragar. Anthony asintió no sin dejar de mirarle lleno de furia amenazante. – En el meandro del río – le explicó. – Pasando el puente – añadió.
-          Muy bien – dijo, soltándole haciendo que cayera al suelo y que recuperase el color habitual y la normalidad en sus respiraciones.
“En el meandro del río pasando el puente” se repetía continuamente. “No puede ser más perfecto” añadió. “Allí metí la pata con ella hasta el fondo y allí lo arreglaré definitivamente” añadió. “Y si ella quiere allí me casaré con ella” concluyó.

“Cuando el reloj esté en los tres palitos debo regresar a casa” pensaba y se repetía una aburrida y algo somnolienta Zhetta  mientras contemplaba el transcurrir del tiempo reflejado en las agujas de ese reloj y de vez en cuando bostezaba.
“Aún está en la –X y la – I así que me faltan… veinte minutos” añadió. “¡Ojalá estuviera aquí mi gallo!” se lamentó. “Así él podría despertarme pasado ese tiempo y yo podría dormir algo más” concluyó antes de volver a bostezar.
En mitad de este bostezo que provocó que le cayeran dos lagrimillas fue como la encontró Anthony y le pareció adorable. De hecho se quedó quieto y en silencio para observarla mientras el sol se elevaba poco a poco en el cielo deseando ser un pintor o al menos tener algo de talento artístico para capturar esa imagen para la posteridad plasmándola en un trozo de papel o en un lienzo y no solo en su cabeza.
-          ¿Zhetta? – le preguntó acercándose provocándole un respingo y que se gravase en su dirección.
-          ¿Anthony? – le preguntó ella en respuesta, sorprendida y afectada por su presencia allí mientras se colocaba un mechón de pelo tras la oreja para observarlo mejor y confirmar que no estaba teniendo una alucinación. - ¿Tu padre está bien? – le preguntó preocupada. - ¿Le ha pasado algo? – añadió aún con más preocupación mientras intentaba ponerse en pie. Cosa que no pudo hacer porque é se lo impidió y la tomó de las manos apoyado sobre sus rodillas frente a ella.
-          Tranquilízate Zhetta – le pidió. – Mi padre está bien – aseguró.
-          Entonces ¿qué haces aquí? – le preguntó ella recelosa.  - ¿A qué has venido? – añadió. – Dijiste que… - inició.
-          Sé muy bien lo que dije – le interrumpió él. – Y estaba equivocado – añadió. – He venido a concluir un asunto pendiente que dejé aquí hace más de un mes – le explicó. – Zhetta le miró sin entender pero cautivada por el tono de solemnidad y firmeza de sus palabras. – He venido porque quiero casarme contigo – concluyó. - ¿Quieres casarte conmigo? – le preguntó nervioso a la espera de su respuesta y reacción.
Respuesta y reacción que no fueron otras que romper a reír escandalosamente mientras negaba con la cabeza.
-          ¡Dios no! – exclamó horrorizada sin dejar de reír. – No quiero volver a tener nada que ver con alguien con un cargo imponente en lo que me resta de vida – añadió, sacudiéndose de la risa ante la más total y absoluta estupefacción de Anthony quien era incapaz de creer que a su vez Zhetta no hubiera creído en la veracidad de sus palabras.
-          Zhetta, yo quiero casarme contigo – repitió. – Y cuanto antes mejor – apostilló, impaciente.
-          A ver Anthony… no tienes que casarte conmigo por evacuación – le respondió ella.
-          Obligación Zhetta – le corrigió él. – Y no quiero casarme contigo por eso – le hizo saber.
-          Entiendo que creas tener una respetabilidad hacia mí por ser el único hombre que haya convencido que tenga organismos pero tranquilo, te libero de esa carga – dijo soltándose de sus manos y poniéndole una sobre el hombro.
-          ¿Organismo? – le preguntó con el ceño fruncido y la cabeza ligeramente ladeada. - ¿Qué demonios es eso? – quiso saber.
-          Ya sabes… cuando un hombre y una mujer se acuestan a veces… hay uno – explicó. – Louise me lo explicó – se excusó inmediatamente por si había metido la pata.
-          Orgasmo Zhetta – dijo sonriente. – Se dice orgasmo – repitió. – Y puedo darte cuantos quieras, solo tienes que decírmelo – le aseguró con tal tono de seducción que a Zhetta le hormiguease el bajo vientre y los pezones se le endureciesen.
-          Da lo mismo –replicó, ignorando las sensaciones de su cuerpo. – No quiero carme contigo – explicó.
-          ¿Por qué no? – le preguntó él. – Dame una sola buena razón y no insistiré más – pidió.
-          No sé ser marquesa – explicó, provocando una sonrisa en él ante la debilidad de su argumento. - ¡No te rías! – protestó golpeándole. – Hay personas que no nacieron dentro de la clase arostipótrica aunque te parezca extraño y yo no sénada de portoculo – explicó, intentándole hacer ver su fracaso anunciado en ese puesto.
-          No te he preguntado en ningún momento si quieres ser marquesa de Harper – le respondió él, provocando que Zhetta enrojeciese al haber dado por supuesto ese hecho. – Solo quiero saber si quieres casarte conmigo – añadió. – Conmigo Zhetta – repitió besándole de forma suave en los labios; pues solo lo haría de forma apasionada cuando le diera el sí.
-          No puedo – musitó ella, afectada por tan nimio contacto.
-          ¿Por qué no? – quiso saber él, divertido y feliz participante de este juego consistente en ir rechazando una a una las objeciones de ella hasta que al fin le diera el sí.
-          Me voy a casar – anunció.
Anthony se separó de ella de un brinco, como si fueran dos imanes que se repeliesen.
-          ¿Cómo has dicho? – quiso saber.
-          Me caso Anthony – repitió ella. – Me marcho hoy – añadió. – En… diez minutos – concluyó.
-           ¿Qué? – le preguntó.
-          Me caso – repitió ella.
-          ¿Qué te casas? ¿Cómo que te casas? ¿Con quién te casas? – exigió saber.
-          No lo conoces – respondió ella.
-          Si no lo conozco es porque te lo estás inventando – le replicó él.
-          No lo conoces porque es de fuera – le explicó ella. – De Ludlow – añadió.
-          No te creo – le acusó. – Te lo acabas de inventar – dijo, autosuficiente.
-          Piensa lo que quieras – le respondió ella a su vez. – Pero en diez minutos me marcho de aquí – le informó, bastante satisfecha.
-          Pero… ¿y tus animales? – quiso saber. - ¿Y tus ovejas Rhaff, Gwynie y Gloch? – le preguntó.
-          Vendidas – le respondió ella.
-          ¿Vendidas? – preguntó él boquiabierto. - ¿Cómo has podido venderlas? – le preguntó indignado por la noticia. - ¡Eran las únicas ovejas negras de toda la zona, Zhetta! – exclamó. - ¿Y Leir, tu gallina? – añadió. - ¿Y los pollitos Ciwian? – quiso saber.
-          Regalados – explicó.
-          ¿Regalados? –volvió a preguntar. - ¿Y mamá Oca? – exigió saber.
-          También regalada – explicó. – A la misma pareja – añadió. – Marcus y Louise Dormer – concluyó.
Al enterarse de quienes eran los destinatarios de esos animales de Zhetta la indignación y el enfado de Anthony  redujo en algo su intensidad. Aunque eso no quería decir que no estuviese profundamente afectado y enfadado porque hubiera vendido a sus ovejas; seguramente por una cantidad mucho menor de su valor real.
-          ¿Y Beeps? – preguntó temeroso.
-          Ya está en Ludlow – dijo. – En casa de mi futuro esposo – añadió.
-          ¿Y Wingers? – preguntó. ¿Dónde está…? - y el conejo, escuchando su nombre hizo su acto de aparición para comenzar a morderle la pierna. – Wingers – dijo aliviado comenzando a acariciarle.
-          Anthony aprecio el esfuerzo que te ha supuesto aprenderte el nombre de todos mis bichitos pero… no entiendo a qué viene todo esto – exclamó suspirando.
-          Viene a que no te puedes casar con el hombre… ese – contestó.
-          ¿Por qué no? – preguntó sin entender. – Estoy soltera, soy la reina de mayo, él me pretendió y es un hombre muy agra… agar… gravable – explicó. – No veo por qué – concluyó.
-          ¡Ajá! – exclamó él chasqueando los dedos. – Ahí lo tienes – dijo, señalándole. – Has dicho agradable – explicó. – Agradable – repitió. – En ningún momento has dicho que lo quieres – concluyó.
-          A ti tampoco he dicho que te quiero y por eso mismo no me voy a casar contigo – replicó.
“Touché” pensó.
-          En tal caso no puedes casarte con él – le informó él. – Antes te mentí – añadió, ante la mirada de extrañeza de ella. – Sí que he venido por un motivo al pueblo – le explicó. – Se ha producido un robo en el pueblo y necesito tu ayuda para resolver el caso -.
-          ¿Un robo? – preguntó ella extrañada y repentinamente interesada en el giro que estaba tomando la conversación. – Nadie me ha dicho nada – murmuró mientras negaba con la cabeza, afectada por la noticia.
-          Quizás estaba demasiado ocupada con tu boda como para darte cuenta de lo que estaba sucediendo – le echó en cara.
-          En tal caso ¿por qué te han llamado a ti? – le preguntó, desconfiada. – Ya tenemos un encargado del orden en Clun – explicó.
-          ¿Kirk Gunn? – le peguntó él, escéptico. - ¿En serio? – recalcó, haciéndole ver lo evidente y la estupidez que era.
-          De acuerdo – concedió ella. – Te ayudaré – claudicó. – Una última vez – le advirtió. – Luego me casaré – concluyó.
-          Será breve – le aseguró él. – Porque ya sé quién es la culpable – explicó.
-          Entonces ¡no me necesitas! – bufó, con aspavientos de las manos.
-          Al contario – le respondió. – Claro que te necesito – añadió. – Zhetta Caerphilly estás detenida por robo – le dijo.
-          ¿Yo? – preguntó sorprendida intentando ponerse en pie y soltarse de su agarre fuerte; cosa que no consiguió. – ¡Yo no he robado nada! – protestó ella, forcejeando.
-          Claro que sí – asintió. – Tú señorita me has robado el corazón y hasta que no me lo devuelvas no puedo dejarte libre – le dijo, lamentándolo en apariencia. – Y la única manera que tienes de liberarte es casándote conmigo… - dejó caer.
-          Anthony por favor, deja de decir tonterías – le pidió ella.
-          He dicho muchas tonterías en mi vida Zhetta, la última fue mi falsa acusación e implicación tuya en el falso robo del collar de la alcaldesa; cosa que siento profundamente – explicó. – Pero esto no es ninguna tontería – añadió. – Te quiero Zhetta – dijo. –Te quiero  – repitió. – Y no quiero pasar ni un día más en mi vida sin que tú seas mi esposa. Cásate conmigo por favor – le pidió.
-          Pero Anthony… - inició ella. – Yo no puedo irme a Londres  - explicó, negándolo con la cabeza. – Mírame – le pidió. – No encajo allí – concluyó.
-          Te miro, te miro y no dejo de mirarte y me sigues pareciendo preciosa – le respondió dándole un beso en los labios. – En cuanto a lo de irnos a Londres… no tienes por qué preocuparte por ello: lo he dejado – anunció. – O bueno, lo haré – rectificó. – En cuanto vuelva a Londres – dijo para sí.
-          ¿Lo has dejado? – le preguntó ella igual de indignada que él escasos momentos antes por el tema de los animales. - ¡No puedes dejarlo! – exclamó rotunda. - ¡Los Bow son tu vida! – añadió.
-          No Zhetta, mi vida está donde tú estés porque te quiero – le explicó él.
-          Yo también te quiero Anthony – dijo ella, derramando una lágrima por el rabillo del ojo.
-          ¿Me quieres? – le preguntó él feliz y satisfecho; con una sonrisa que le iluminó el rostro. - ¿Me quieres? – volvió a preguntar, incapaz de creérselo todavía. Zhetta asintió. - ¡Gracias a Dios! – exclamó él, inmensamente aliviado abrazándola y estrechándola contra él antes de besarla apasionadamente. – Me lo has hecho pasar realmente mal, bribona – le acusó, con un suave golpecito en el hombro antes de volver a besarla y romper a reír.
-          Vamos a casarnos ¿entonces? – preguntó ella insegura.
-          Vamos a casarnos – confirmó él besándole en la frente.
-          ¿Antes que tu padre? – quiso saber.
-          Antes que mi padre – confirmó él.
-          Pero… eso es imposible Anhony – dijo ella negando con la cabeza. – Tu padre se casa en dos días – añadió.
-          Tendrá que ser mañana entonces – concedió él.
-          Pero ¡no tenemos nada! – exclamó, repentinamente estresada y nerviosa. – Ni iglesia, ni familia…¡ni anillos! – exclamó ella.
-          Yo puedo arreglar eso – dijo él buscando entre sus bolsillo; sacando un estuche de terciopelo en forma de corazón y abriéndolo para que ella viera el interior del mismo; una alianza fina en cuyo centro había una piedra color coral en forma de melocotón.
-          ¡Oh Dios mío! – exclamó Zhetta conteniendo el aliento. - ¿Eso es…? – preguntó.
-          Un melocotón – dijo él. – Nuestra fruta – añadió, besándola en los labios e intentando colocársela en el dedo a lo que ella se negaba, ante la incomprensión de él.
-          No puedo ponerme anillos – confesó. – Puedo quedarme sin piel del dedo como se enganche – reconoció, avergonzada.
-          Lo sé – dijo él. – También había pensado en eso – añadió, sacando una fina cadena del mismo metal que el anillo y colgándolo en él.
-          Lo tenías todo pensado ¿eh? – le echó en cara.
-          Cuando es algo importante, hasta el más mínimo detalle – explicó él susurrándolo junto a su boca mientras se lo abrochaba. – Así cuando lo mires recordarás que mi corazón de melocotón siempre estará cerca del tuyo – añadió, tocándole la nariz.


Varias horas después, nuevamente vestidos después de hacer el amor de forma suave y lenta y mientras contemplaban y disfrutaban abrazados del movimiento del sol y de cómo éste reflejaba sus rayos sobre el río Clun, Zhetta se levantó nerviosa de repente. O más bien, lo intentó porque Anthony se lo impedía.
-          ¡Dios mío! - exclamó. – ¡Tengo que volver al pueblo! – añadió con urgencia. - ¡Mi antiguo pervertido debe estar pregonando por mí! – concluyó mientras se mordía el labio y sin dejar de hacer aspavientos con los brazos.
-          Relájate Zhetta – dijo él, atrayéndola hacia él.
-          ¿Cómo voy a relamerme? – preguntó ella, indignada. - ¡Llego con varias horas de retraso! – exclamó.
-          Tranquila – dijo. – Shhh – la silenció. – Quédate aquí conmigo y contempla la naturaleza – le pidió.
-          ¡Mi culo! – exclamó ella.
-          Zhetta, te aseguro que no tienes nada que temer porque lleguemos tarde – le informó él. – Además, no podemos marcharnos todavía porque tengo otra pregunta que hacerte – añadió, causando gestos de extrañeza en ella.
-          No habrás dicho en serio lo de que no pensabas relacionarte en mucho tiempo con personas de cargos importantes ¿verdad? – le preguntó.
-          ¿Por qué? – le preguntó.
-          Estás hablando con el nuevo alcalde de Clun, futura señora alcaldesa – le informó, rompiendo a reír seguido poco después por ella.
FIN